Golpe de graves consecuencias
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"Si yo te olvidare, oh!, Jerusalén...", reza una plegaria en el judaísmo, "que mi diestra se olvide de mí, que mi lengua se pegue a mi paladar". Jerusalén es el sitio hacia el que todos los judíos dirigen sus rezos desde hace miles de años.
La cuestión es que esa misma ciudad es aquella desde donde, según la tradición islámica, Mahoma se elevó al cielo y en donde se encuentran dos de las mezquitas más importantes para esa religión. También es el sitio donde Jesús fue crucificado, donde resucitó y donde está el Santo Sepulcro. La relevancia religiosa y simbólica de esa ciudad es difícil de poner en palabras; de ahí las pasiones que este tema puede desatar.
Eso explica el que una parte del liderazgo israelí en 1949 se opusiera a trasladar la capital del Estado judío de Tel Aviv hacia esa ciudad. Comprendían las delicadas implicaciones de ese paso. A pesar de ello, la moción pasó, y en 1950 se publicaba la ley que convertía a Jerusalén en capital de Israel. Lo que no ocurrió fue el reconocimiento de la nueva capital por parte de la mayor parte de la comunidad internacional, ni siquiera del gran aliado israelí, EU, pues además de lo religioso, las aspiraciones de un Estado palestino incluían a esa misma ciudad como su capital.
Lo anunciado por Trump no modifica en lo esencial el estatus de facto de Jerusalén. El impacto de la decisión se ubica en la política exterior de EU respecto a su aliado y a Medio Oriente, en la dinámica diplomática regional, en el proceso de paz palestino-israelí y en las expresiones violentas que se pudieran detonar. Nos encontramos ante un golpe de graves consecuencias, si no es que mortal a eso que Trump había denominado "a madre de todos los acuerdos": la paz entre esos dos pueblos. Washington pierde credibilidad como mediador y la amenaza palestina de cortar lazos con esta administración seguramente ocurrirá, al menos en lo inmediato.
Por otro lado, Trump cumple los peores temores de varios aliados regionales, de quienes depende en buena medida su política para toda la zona y quienes suplicaron al presidente no proceder con este movimiento. Países como Arabia Saudita, Jordania o Egipto se ven obligados a adoptar una postura clara en contra de esta decisión y, por lo pronto, tendrán que evaluar las consecuencias de exhibir su cercanía con esta administración. Además, están las consecuencias que el tema puede acarrear en las relaciones entre Israel y sus vecinos como Egipto o Jordania, o Turquía.
Se asoma también la ola de violencia que esto podría desatar. En los próximos días veremos varias manifestaciones, principalmente en Palestina. Algunas de estas podrían tornarse violentas y podríamos presenciar el inicio de nuevas espirales como las ocurridas en el pasado.
¿Qué necesidad tenía Trump, entonces, de detonar estas dinámicas? Algunas posibles explicaciones: (1) Se trata de un compromiso de campaña tanto ante sectores evangélicos como ante una fracción de la comunidad judía en EU. Trump había prometido que, a diferencia de Obama, él se iba a mostrar mucho más cercano a Israel. El traslado de la embajada sería su señal de solidaridad. No obstante, una de las primeras decisiones que tomó esta administración, fue postergar la medida a fin de evaluar las posibilidades reales de un nuevo proceso de negociaciones palestino-israelíes; (2) Es probable que la administración no estaba percibiendo avance alguno en dichas posibilidades y su cálculo político fue que no se estaba perdiendo demasiado al trasladar la embajada; (3) El equipo de Trump podría estar calculando que los países árabes que se sienten agraviados eventualmente tendrán que mantener su cercanía con esta administración por otro tipo de intereses prioritarios, y (4) Es posible que la ola de violencia que se espera ya haya sido prevista y que las respuestas que se van a implementar estén siendo consideradas con suficiente anticipación como para minimizar sus consecuencias.
Con todo, es imposible dejar de considerar las implicaciones que el carácter, discurso y decisiones de Donald Trump, decisiones a veces erráticas, otras veces difíciles de entender, están ocasionando en distintas partes del globo, en este caso, al desbalancear un estatus quo que llevaba décadas de existir. Hoy Trump no solo comanda su Twitter. También comanda la máxima potencia del planeta.
Twitter: @maurimm