Gracias, Dios, con todo el corazón…
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Se nos va diciembre, el último mes de este 2019. Es el momento para la reflexión, para reconciliarnos con las luces y las sombras del tránsito por estos 12 meses que concluyen, para darnos el equilibrio que requiere nuestra vida e iniciar con la mejor actitud el 2020. Quizá estemos necesitando salir de nuestra zona de confort e ir por lo que siempre hemos querido ser, pero nos ha faltado la determinación y el coraje para alcanzarlo. La vida es de metas, no lo olvidemos. Jamás es tarde para trabajar por el sueño acariciado mientras tengamos vida. Que nos quede claro que nadie lo va a hacer por nosotros; ese reto, alcanzarlo, es el que define en mucho de qué estamos hechos. Es la forma de tallar la mejor versión de uno mismo.
Diciembre es el mes de las fiestas, de los festejos, pero también es el de la preparación de nuevos proyectos, del desarrollo de planes que han estado ahí esperando y que ya es hora de echar a andar. El tiempo no perdona, pasa, y si nos dormimos en nuestros laureles nos vamos a quedar mirando las consecuencias de nuestra ausencia de determinación. Volver la vista atrás, pero sólo para que quede claro el balance de lo hecho y de lo que faltó por hacer, nada más, no para lamentar. Se vale hacer un alto para revisar las fortalezas, porque las hay, y para recapitular sobre los errores, pero no para llorarlos, si no para no repetirlos. Esa es la magia de la vida, que siempre te da oportunidad de reconsiderar, de redireccionar. No somos dioses, pero sí humanos dotados de discernimiento y de voluntad. Las herramientas ahí están, allá aquel que no quiera usarlas. A todos nos dieron talentos.
Repasa cada espacio de tu existencia, no te cierres nada más en un aspecto de la misma. Tienes que tener una visión general para que el balance sea objetivo. No menosprecies tus logros, porque los tuviste, ¿qué no? Por supuesto que sí. ¿Te acuerdas de aquel día que ayudaste a tu hijo para que no dudara de su valía cuando no calificó para ingresar a la Universidad, y le diste ánimo para que se siguiera preparando y en la siguiente fecha sí aprobó? ¿Recuerdas cómo te abrazó con la mirada? ¿Ya se te olvidó con qué entereza reaccionaste cuando te quedaste sin empleo y en vez de llorar decidiste que era hora de correr por ti mismo e iniciaste la consultoría? Con tanta experiencia y relaciones que adquiriste ¿por qué no iba a resultar? Si Dios aprieta, pero no ahorca. Fácil no ha estado, no has llegado al 100, pero no te has desmoronado. De modo que es hora de una profunda reflexión para que esa realidad cambie el próximo año. Por otro lado, si guardas algún rencor, dale espacio al perdón, alivia tu alma de semejante carga. Perdona por ti, porque te vas a hacer un favor del tamaño del mundo. Si tú agraviaste, ya, ve y habla y pide perdón; si te agraviaron, manda al carajo el daño que sentiste, no le dediques ni un minuto más a rumiarlo. Muchas penas interiores se curan con un gesto, con una palabra… no escatimes, no pasa nada, no se te quita nada. El orgullo es absolutamente inútil.
Conéctate con el futuro. El pasado es pasado, no lo puedes componer, de modo que tu área de oportunidad está en el mañana. Recuerda sólo aquello que te produzca alegría, que evocarlo te provoque sonrisas y agradecimiento porque tuviste la fortuna de que ocurriera. ¿Qué vas a hacer con tu presente? Sobre eso trabaja, tendrá el color que tú quieras ponerle. Agradece a Dios porque eres muy afortunado… Estás vivo. Tómate un respiro, pero no te olvides de agradecer a tu familia, a tus amigos, a todas aquellas personas que te ayudaron y te apoyaron aunque haya sido sólo un instante. Además es tan bello decir: Gracias.
Todo en esta vida es transitorio y entenderlo así es una maravilla, te ayuda a estar consciente de que las cosas son como son, que algunas las podemos cambiar, pero habrá otras que quedan fuera del ámbito de nuestro alcance y no por ello tenemos que tirarnos a la tragedia. Siempre estemos abiertos a la disposición y al crecimiento, fluyamos con la experiencia. Celebremos nuestras victorias porque sabemos cuánto nos ha costado alcanzarlas, no las minimicemos, nos fortalecen y nos ayudan a seguir bregando. Hay demasiado soledad interior e indiferencia en esta sociedad de hoy, son los dos males que la están minando, de modo que blindemos nuestro corazón y nuestra inteligencia para no permitirles que nos ganen la batalla.
¡Feliz Año Nuevo, queridos amigos!