Hablemos de Dios 16
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Conforme avanzamos en esto de hablar de Dios, explorar a Dios, me surgen más preguntas que respuestas. Soy un mar de dudas conforme leo y medito la Biblia. Imagino que otros, los muchos, son privilegiados al confiar y creer a fie ciega, pero no es mi caso. ¿Es Dios justo, bueno, bondadoso, ofrece eso que llaman misericordia, nos conforta cuando estamos deprimidos, nos lava las lágrimas de nuestra tristeza y en fin, es todo lo que se dice de él en las prédicas en el templo o con mis vecinos de columna que así lo ven siempre? No lo sé. Usted tendrá su mejor opinión. Va la mía.
Le voy a presentar aquí dos historias para contrastarlas y al final, usted responda la pregunta primigenia de hoy: ¿Es Dios justo? Va la primera de ellas. De entre el mar de personajes, profetas, apóstoles, reyes y sabios de la Biblia, me detengo en el hombre que liberó al pueblo de Israel en Egipto, Moisés (1520 a de C.). Personaje grande sin duda, Moisés de entrada, se resistía al encargo de Dios (Leer Éxodo, Levítico, Números). Consideraba de él mismo que no tenía autoridad (Versículo 13) tenía temor y desconfianza de la gente (4.1), era tartamudo (4:10) y era cobarde (4:13).
Es decir, las huellas y características que no debe de tener un líder. Dice la Biblia que vivió 120 años. Moisés fue testigo del famoso “día de las langostas”, es decir, las terribles diez plagas bíblicas. Tipo grande el cual es el dador de la ley, hablaba con Dios, era un obrador de milagros; era un líder que a regañadientes, pero hizo todo lo que Dios le pedía. Era manso.
El tipo guió al pueblo en el desierto, aquí y no en otro lugar fue que Dios los alimentó con el maná bíblico y caray, tuvo que lidiar con una población que se quejaba todo el tiempo y lloraba a la menor provocación posible (Números 11). El tipo se fajó como los meros machos. Aguantó vara. No pocas veces quiso largar aquella responsabilidad, pero al final cumplió. ¿Cuál fue su premio por tanta obra a favor de Jehová? Ninguno. ¿Cuál fue el pecado de Moisés? ¿Por qué Dios se enemistó con él luego de 120 años de servicio? En Meriba (Números 20 y 21), con los pies adoloridos, mustio, agotado, recibió la noticia de Dios que él no iba a ver la tierra prometida, moriría en el desierto.
Deuteronomio incluso, nos hace referencia a una última rogativa de Moisés hacia Dios al pedirle eso. A lo cual Jehová le contestó: “Basta, no me hables más de este asunto.” (Deuteronomio 3:26-27). Caray, así de encolerizado e intransigente es muchas ocasiones Dios. Y no, sólo lo dejó observar de lejos la tierra prometida. Sólo eso. “Era Moisés de edad de ciento veinte años cuando murió…” (34-7). Fin del pobre Moisés.
Esquina-bajan
Aquí le va la otra historia. Cuando crucifican a Jesucristo en el cerro de la Calavera, junto con éste, también sellaron su destino dos malhechores. Uno de ellos le injuriaba diciéndole: “Si tu eres el Cristo, sálvate a ti mismo y a nosotros.” (Lucas 23.39). El otro, más ecuánime o miedoso, según sea el enfoque, le reprimió y le espetó:
“Nosotros… justamente padecemos, porque recibimos lo que merecieron nuestros hechos…” y enderezando sus palabras hacia el Maestro, le musitó: “Acuérdate de mi cuando vengas en tu reino.” A lo cual, generoso como lo fue Jesucristo, le respondió: “De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso.” (Lucas 23.43).
Y sí, el ladrón, el malhechor… se robó el cielo; se robó el paraíso en un segundo. Fíjese usted que gran enseñanza se obtiene en una historia trivial, sencilla y de un solo jalón y apenas líneas en la Biblia. El tipo se robó el paraíso no obstante que había despojado, mentido, robado, no fue un buen ciudadano, etcétera. Por otro lado, lo vimos rápido, el buen Moisés tuvo que vérselas de la patada por 120 años de su vida para llegar a ser el libertador del pueblo escogido, cautivo en Egipto. Tuvo que soportar a un populacho traicionero, glotón, amargado, quejumbroso. ¿Cuál fue su premio? Murió en el desierto. ¿El malhechor? Se fue al paraíso. ¿Dios es justo?
¿Con cuál de estas dos historias se queda usted, qué siente ahora que ya las conoce? ¿Qué piensa de Dios y sus acciones? Las buenas maneras de la vida diaria, lector, hay que hacerlas no por una obligación cristiana ni por miedo a la condenación eterna, basura; hay que hacerlas como un imperativo categórico (Emmanuel Kant dixit), hay que realizarlas porque así es nuestra naturaleza y llamado humano. Piense entonces usted como se puede robar como el cuatrero, el cielo (de existir, pues).
Letras minúsculas
Creo en Dios, aunque tal vez él no crea en mí. ¿Escucha mis preces? Sólo él lo sabe…