Hablemos de Dios (19)
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TEMAS
Cuando el maestro Jesucristo andaba predicando, paseando, vagando, filosofando o como usted guste llamarle, estaba por el rumbo de un distrito romano, Cesarea de Filipo. Iba caminando con sus discípulos, cuando les hizo dos preguntas capitales, las cuales siguen resonando al día de hoy: “Según el parecer de la gente, ¿quién es este hijo del hombre?” La segunda pregunta fue más dura y certera: “Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?” Lo anterior usted lo puede leer en Mateo (16. 13:20).
Tener claridad sobre lo que somos, lo que anhelamos, lo que buscamos, lo que queremos; es decir, tener claridad sobre nuestra identidad y conocernos, es casi estar del otro lado, del lado bueno de la vida, sin que los vaivenes terrenos nos hagan nada. Absolutamente nada.
Es difícil, lleva toda la vida, pero quien se conoce a sí mismo, es inmune por siempre a cualquier embate de esos llamados humanos que nos rodean. Humanos con mala leche, pues. Hay una sola verdad y esa verdad más temprano que tarde aflora. ¿Jesucristo sabía quién era? Absolutamente sí. Por eso jamás dudó en su vida terrena. En los Evangelios 80 veces se refiere a sí mismo como “hijo del hombre”. Es decir, hijo de su padre, hijo de Dios… si no es que Dios mismo. El Mesías encarnado. Situación y tema para explorar teológica y hermenéuticamente lo cual luego haremos.
Por hoy, nos centramos en la pregunta que les hizo a sus discípulos, “¿quién dicen que soy yo?” ¿Quién es usted lector? Le voy a platicar algo muy personal. Es algo que todo mundo cercano a mí vio y padeció, por lo demás. Y lo voy hacer por la situación que ahora de nuevo vivimos en el Estado. Usted como lector, si ha seguido mis andanzas y correrías y sobre todo, estas columnas periodísticas, imagino lo recuerda. Es algo personal que fue de dominio público. Pero hoy le cuadro el puzle completo para que usted se haga una idea de a dónde voy hoy con este texto al hablar de Jesucristo.
Había una vez un Alcalde que luego fue Gobernador, Humberto Moreira. Su poder fue omnímodo, brutal. Logró dominar a todo medio de comunicación habido y por haber. Nada nuevo. Para ello, tuvo a su disposición 36 mil millones de pesos que usted y sus hijos deben lector.
Este escritor, como siempre, veía el “prietito” en el arroz inmaculado del “mejor Gobernador de Coahuila”. Sus claques y apologistas me caían a palos. En el anterior sexenio a HMV, y sólo para recordar, tampoco nos fue bien que digamos en esto de la libertad. Una batería de columnistas y reporteros de VANGUARDIA fuimos demandados por su entonces Secretario de Desarrollo Económico.
Esquina-bajan
Con Humberto Moreira, que se creía tocado por los dioses bailarines, fue peor. Como nadie se le resistía (sus razones monetarias eran muy poderosas), fui injuriado, denostado, vilipendiado una y otra vez. En aquel entonces, un funcionario se acercó a mí y me lo dijo tal cual: “Maestro Cedillo, como usted no tiene esposa cobrando, novia en la nómina, como no pide trabajo para sus familiares, pues se ha tomado una decisión por parte del Gobierno, le van hacer una campaña de desprestigio. Espere lo peor”. Llegó lo peor. No locutores a sueldo, sino medios de comunicación completos se cebaban en mi enjuta humanidad.
Uno de ellos, ya cuando cayó de la gracia del poder en turno, el señor Dávila, me buscó largo tiempo para invitarme a platicar y a su programa. Accedí. De entrada lo dijo así: “Maestro Cedillo, debes de entender que no era mi opinión, sino lo que querían que dijera de ti. Te pido disculpas”. Hoy desgraciadamente el señor Dávila está muerto. Igual la locutora Campos que tanto me infamó, está muerta. Estaciones de radio y televisión completas, perdidas en el limbo del descrédito y la mediocridad. Diarios quebrados. Todos me atacaron en su momento. Órdenes pagadas. Hoy, las baterías están en contra de VANGUARDIA y nuestro director, Armando Castilla.
En aquel entonces en que bramaba la guerra en mi costado –sólo por ejercer el don divino que trajo Jesucristo al mundo, ser libre–, cuando la gente me decía, “Oye Cedillo, es que dicen de ti..., escuché que dijeron de ti en la radio..., fíjate que dijeron de ti…”, bla bla bla. Yo sólo contestaba: “Ah mira, ¿y tú que piensas de mí? Me interesa tú opinión, no lo que dicen de mí”. Siempre, hace años para mi fortuna sé quién soy. ¿A dónde voy? No lo sé. Pero sí sé a dónde no quiero ir ni con quién. Y esto es lo que hoy padece VANGUARDIA.
Letras minúsculas
Le preguntaron a Jesús: “¿Eres tú el Mesías, el hijo del Dios bendito?” Duro, alto, elegante, sin pizca de duda, el maestro dijo, no obstante ir directo al matadero: “Yo soy”. Marcos 14. 61-62. Usted es hijo de Dios. Nunca, jamás, tenga miedo…