Hablemos de Dios (20)
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Un jinete del Apocalipsis recorre a sus anchas el mundo todo. No es la guerra, no es el hambre –que juega un papel fundamental en esto–; caray, no es la violencia extrema, pero este jinete se ceba en nuestra carne y alma, ese lugar al cual llamamos alma y al no dejar hueso, linfa ni neurona viva, lo único que uno busca al final de la jornada es descansar, dormir placenteramente, reposar la mente y cabeza en mullida almohada; digamos: ya no sentir, ya no vivir, sino morir. El jinete del suicidio campea a sus anchas en la tierra y no hay poder humano para detenerlo. Nada lo ataja al día de hoy. Menos en Saltillo. No hay refrigerio ni paz a la vista.
Lo dijo un poeta y no un médico a los cuales les nombran “psicólogos”. Lo dijo Dante Alighieri en su Purgatorio, XXVI, verso 148: “Ahora os suplico por la virtud que os guía a lo más alto de la escala/ que os acordáis de aliviar el dolor mío”. Llega el dolor, el aguijón en el alma y no hay tregua ni reposo. La tristeza, la melancolía, lo que ahora llaman “depresión” (caray, como si fuese clima, una “depresión tropical”. Puf, la trivialización del lenguaje), la ictericia (por eso decían nuestros padres al vernos solos y en un rincón: esta niña, este niño está “atiriciado”) llega y cuando se presenta, no hay salida posible a tanto dolor. Mejor escrito: sí hay salida, es el suicidio. Y ojo con lo siguiente, el suicidio no es un problema para los que padecen tristeza emperrada en su corazón: el suicidio no es un problema, sino una solución. Drástica, dramática, pero solución al fin. Nadie lo quiere entender así y con esta lógica.
¿Por qué se suicidan los jóvenes en Coahuila y más en Saltillo? 26 al día de hoy, sólo en el pueblo. Por estos días voy a pedir una reunión de trabajo con el secretario de Salud, Jorge Verástegui (el cual es insensible al problema) y con el reportero Sergio Alvizo (quien mantiene ojos y oídos atentos día y noche a este flagelo) para desmenuzarlo. ¿Tiene qué ver el suicidio con alguna cosa divina; el suicidio, la tristeza, la melancolía aparecen en la Biblia, Dios tiene qué ver? Sí lector, absolutamente sí. Al hablar de Dios y la Biblia, también podemos hablar de tristeza, depresión, melancolía, ictericia. ¿Por qué no hablan de ello los monjes Pedro Pantoja y fray Raúl Vera? Lo ignoro. Están ocupados en aceitar sus rutas migratorias, imagino. Mientras el salvar las atribuladas y afligidas almas de su grey, de sus ovejas, es letra muerta. Como Dios no les habla (ni a ellos ni a nadie, por lo demás. Dios no conversa, jamás) ni les va a pedir cuentas (ellos lo saben), estos ni se inmutan y menos les preocupa.
Esquina-bajan
A reserva de presentarle y glosarle ampliamente en otra columna todo lo que se dice de la tristeza, melancolía y suicidio en la Biblia, aquí van los primeros datos para usted. El hombre más afligido de la tierra tiene nombre, es Job. Lea su libro, El Libro de Job. En mis charlas de literatura, siempre lo pongo como ejemplo inicial de la tristeza en la historia. Sus versos son devastadores cuando le cae el flagelo de la melancolía: “Pues me sucede lo que más temía y lo que recelaba me acontece. No vivía en resguardo, ni omitía mis preces, ni me daba descanso, y sin embargo vínome aflicción”: Caray, qué lamento tan desgarrador: “… vínome aflicción”.
Si usted le pregunta a cualquier hombre o mujer abatida, del por qué está así, la respuesta clara y precisa es la siguiente lo más probable: “no lo sé”. Así llega, así se estaciona en nuestras vidas la desesperanza. Nadie sabe, como el mismo Job, pero la angustia y desolación se presentan como un torvo cuervo y se ceba picoteando nuestra alma. Elías y Jeremías en la Biblia fueron hombres atormentados y tristes la mayor parte de su tiempo. El Rey Jerjes padeció un insomnio feraz, un insomnio emperrado. Como imagino, usted lo ha padecido alguna vez. Para mi es mi sino y condena.
¿Hay suicidas en la Biblia? Sí, el principal es precisamente el primer Rey de Israel, Saúl. Dice la Biblia que vivió 70 años y reinó por 40 (1051-1011 A. de C.) Usted todo lo puede leer en la 1ª de Samuel. Al hundirse en esas pasiones tan humanas que todos tenemos, los celos, el temor, la ira, la sospecha, la paranoia, el insomnio, la rabia, la tristeza, la desdicha, a Saúl solo le quedaba lo último, una salida digna: suicidarse. Así lo hizo: “Entonces Saúl tomó la espada y se arrojó sobre ella…” Samuel 31.4. Puf.
Letras minúsculas
Hay un personaje triste todo el tiempo, María, la madre de Jesucristo. En próxima columna le ampliaré todo esto de los suicidas y Dios.