Hablemos de Dios 65
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TEMAS
Decíamos en el texto anterior a este, de esa rama, línea o dimensión mística del Islam llamada sufismo. Es decir, no todos los hermanos musulmanes son ultraviolentos o extremistas, los cuales vuelan en pedazos a la menor invocación de Alá, el misericordioso. Decíamos de un poeta tan extraño como errante lo fue Abz-Ul-Agrib, quien dejó un precioso libro –“El diván de Abz-Ul-Agrib”–, textos, poemas, versos en métricas y coros arabescos escritos en piel de cabra unos, papel algodón (al parecer de Damasco) y pergamino otros. Algunas fojas del documento fueron escritas de manera opistógrafa (en ambas caras) y su trazado de letras (ductus) es todo un arte, pero los especialistas dicen que su trazado aún es primitivo, comparado con los amanuenses o copistas de ese entonces, los profesionales que hacían palidecer el trabajo a mano del poeta. Pero, contra el genio, no hay defensa.
Contra un verdadero creador no hay nada qué hacer. Y Abz-Ul-Agrib lo era, y de los más altos. Leamos un texto de este beduino y vecino de toda la humanidad con su palabra poderosa: “Dios escribió con su cálamo de oro este mundo de maravilla. Decidme si no es un bellísimo poema, aunque por él se arrastren penosamente, renqueando, como versos cojos, las almas paralíticas –de inválida voluntad y deseos tullidos–”. El poeta le canta a la embriaguez, al vino, a la naturaleza toda, en la cual ve en ella a Dios en todo momento. El libro está deliciosamente ilustrado con estampas y grabados de linaje escogido. Todos sus textos fueron traducidos en prosa y tienen una cenefa en color azul de arabescos y ornamentos bellísimos. No recuerdo dónde lo adquirí, pero agradezco que esté en mi biblioteca.
Esta dimensión mística del Islam ya no la tomamos en cuenta por tantos atentados terroristas de nuestros hermanos musulmanes en el mundo. El sufismo enseña que la única manera de llegar a Dios (Alá para ellos) es la santidad y buscar la unión con él. Los rasgos o huellas identificables de la espiritualidad sufí son: el desapego, la purificación, la sabiduría y la santidad. Pues sí, al igual que cualquier cristiano lo pone o lo ha puesto en práctica en la historia de la humanidad. No hay diferencia alguna. Y cosa curiosa, por decirlo de alguna manera, al leer y adentrarme en esto, descubro que los que practican esta rama, el sufismo, tienen un sinnúmero de oraciones y rezos con miras a alcanzar la unión con Alá, el misericordioso, el clemente y el señor de la gloria y paz. Es una especie de rosario (como los hermanos católicos), donde se recitan varias fórmulas, por ejemplo, en una es 33 veces sobre tres oraciones. Contra lo que piensan los cristianos, esto da paz y tranquilidad.
ESQUINA-BAJAN
Hay varios hombres y mujeres de una fe tan tremenda, ejemplar y con arrebatos místicos, que han pasado a la historia del Islam y del sufismo, no sólo como maestros sino como santos. Uno de ellos es Umar Ibn al-Farid (1181-1235). Este tipo fue ermitaño toda su vida (como el maestro Jesucristo, vaya), y dejó su vida en los acantilados cairotas del Muqattan, donde aún se venera su tumba. Fue apodado el “Sultán de los Enamorados” (de Dios) y dejó, como Abz-Ul-Agrib, un “Elogio del Vino”, el cual le canta a la embriaguez mística eternamente.
El siguiente párrafo es del místico sufí Yalal Ad-Din Muhammad Rumi, el cual se pierde en la noche de los tiempos antiguos, pero su palabra es roca y sigue intacta al día de hoy, quien escribió “El Libro Interior”. Dice el santo sufí: “En otros tiempos dijo el Maestro, cuando yo componía versos, sentía un gran impulso interior que me empujaba a componerlos y esta inspiración impresionaba a los oyentes. Ahora que el impulso declina, las impresiones, sin embargo, siguen vivas. La costumbre (sunna) del Altísimo es así: cuida ciertas cosas en el momento de su aparición y de estos cuidados provienen grandes influencias y mucha sabiduría”.
Sin duda, todo mundo buscamos esa comunicación con el Altísimo, llamémosle desde nuestra mente e inteligencia humana, muy humana, con diferentes nombres: Alá, Dios, Iahvé, Jesucristo, Zeus, Poseidón, Elías, el padre Abraham, Moisés, Jonás, Judas el Macabeo… le transcribo el siguiente parágrafo y diga usted de qué libro sagrado es: “(Los fieles) obedecen a Dios y a su profeta”. ¿Es el Dios cristiano y su profeta e hijo, Jesucristo? Pues sí y no, es el Corán en el sura 4,62. Es decir, es lo mismo. Exactamente lo mismo. Tan fácil que es hacer el bien y hacer lo correcto todo el tiempo, no por orden divina, sino porque eso debe de ser nuestro llamado o imperativo categórico (Emanuel Kant dixit).
LETRAS MINÚSCULAS
Escribe el poeta Abz-Ul-Agrib: “Dios canta en tus entrañas –donde te nacen hijos que son orgullo de tu tribu”. Caray, esto da vida.
Contra un verdadero creador no hay nada qué hacer. Y Abz-Ul-Agrib lo era, y de los más altos.