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Los problemas de la gente no se solucionan repartiendo el dinero, sino mejorando los niveles de instrucción para acceder a empleos cotizados
Estamos en pleno mes patrio, apenas el fin de semana pasado celebramos con Grito y desfile, 15 y 16 de septiembre respectivamente. Nos vendría bien la remembranza de nuestra historia en común como hermanos en tradiciones, porque la verdad sea dicha, la discusión pública está muy tirante, y no es para menos, las instituciones gubernamentales tienen un deterioro preocupante, todos los días hay cuestionamientos a quienes desde ese ámbito se han empeñado en —y vaya que lo han logrado— hacer de sus funciones algo deleznable.
Son fechas propicias para que nos detengamos a pensar en el México que nos gustaría dejar a las próximas generaciones… ¿Qué tal la superación de la marginación y la pobreza con programas de desarrollo integral —no con despensas, ni tinacos, ni con todo lo que usted sabe que prostituye el sistema— para todos los que los necesiten? O facilitar el emprendimiento con seguimiento para generar riqueza que se traduzca en bienestar generalizado. Los problemas de la gente no se solucionan repartiendo el dinero de otros, sino mejorando los niveles de instrucción para acceder a empleos bien cotizados por su mayor productividad… y sobre todo, para ser libres, nunca más dependientes de dádivas y envilecimiento.
La falta de sensibilidad social de muchos de los que gobiernan, hacen leyes o imparten justicia, y su ausencia de probidad en el manejo del dinero público han contribuido con creces a esta debacle. Esto es caldo de cultivo propicio para caer en populismos y populistas. Decretar subsidios nomás se puede hasta que duran los fondos… ¿y luego?
Ofrecer subsidios aporta muchos votos en las elecciones, pero ningún país exitoso y próspero basa su bonanza en semejante andamiaje. Estas prácticas son típicas del sistema que opera en México y que es fecha que no han solventado la pobreza, sino todo lo contrario, han coadyuvado a la precariedad de la clase media, han dañado severamente a la micro, pequeña y mediana empresa, han llenado al País de desempleados y de delincuentes, entre otras “bondades”.
Los gobiernos populistas son expertos en “crear” fantasías de falso bienestar, pan y circo hoy y mañana que Dios nos las ampare buena. México necesita gobernantes capaces, austeros, valientes, serios, que se atrevan a tomar medidas duras, aunque no gocen de popularidad. La prudencia, la moderación y la racionalidad son ingredientes sustantivos para prevenir crisis económicas.
Otro tema que me permito compartirle. El 1 de diciembre iniciará la administración de Andrés Manuel López Obrador. La transición formal arrancó el pasado 20 de agosto, hubo un encuentro entre su equipo y el del actual Presidente.
Existe en el Decreto del Presupuesto de Egresos de la Federación, artículo 3, último párrafo, la creación de un Fideicomiso de Transición 2018 y está sujeto a transparencia, por mandato de ley. Hoy día ya hay un pronunciamiento del Instituto Nacional de Transparencia, Acceso a la Información y Protección de Datos Personales, porque no se ha proporcionado ninguna información sobre la disposición de estos recursos por parte del equipo del presidente electo.
Se trata de 150 millones de pesos con cargo al ramo 23 destinados a cubrir los trabajos y actividades del presidente electo y de su equipo de asesores para preparar las condiciones iniciales en su cargo. López Obrador y su equipo dijeron que no iban a utilizar esos recursos, pero el 9 de agosto en rueda de prensa manifestaron que analizaban la forma de emplearlos.
López Obrador ha realizado viajes por el País (gira del agradecimiento) —Tuxtla Gutiérrez, Monterrey, Villahermosa, Palenque, Tepic, La Paz— y no hay ninguna información sobre esos gastos. Por otro lado, se han hecho diversos estudios, planes y programas que han requerido de equipos técnicos que ya han entregado documentos específicos, como el de las opciones para el Nuevo Aeropuerto Internacional de México, que es el más conocido, y uno más reciente, Jóvenes Construyendo el Futuro, en el que participa gente de su equipo. Hasta el 14 de septiembre por la noche no se había informado nada al respecto de lo que esto significa en pesos y centavos.
Resulta esencial que lo haga. Ha sido un crítico del manejo desaseado del dinero público, aunque en transparencia no goce de calificación sobresaliente. Cuando fue jefe de Gobierno de la Ciudad de México, y ya estando en vigor leyes y organismos dedicados ex profeso a garantizar el derecho a la información, ordenó clasificar como reservados los contratos correspondientes al segundo piso del periférico. La entonces comisionada del organismo de transparencia, María Elena Pérez Jaén, elaboró un proyecto de desclasificación que le costó ser destituida por el grupo parlamentario del PRD —entonces partido de AMLO— en la Asamblea Legislativa. Entre esos contratos estaba uno firmado por José María Rioboó. Este señor es hoy parte del equipo técnico que analiza las alternativas para el NAIM.
Aquel país en el que las instituciones protegen a quienes violentan las leyes y no atacan con todo a la despreciable corrupción, no tiene mañana.