Hasta la muerte, todo es vida
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El Quijote I, 52
Don Quijote está pesaroso, desconsolado, luego de haber sido arrollado y molido por un tropel de toros, a los que llama “animales inmundos y soeces”, de manera que no quiere comer y piensa “dejarse morir de hambre, muerte la más cruel de las muertes”.
Sancho, quien por su parte “comenzó a embaulear en el estómago el pan y el queso que se le ofrecía”, trata sin embargo de levantarle el ánimo a don Quijote. En respuesta, éste le dice que mejor se aplique a darse “los tres mil y tantos” azotes que se ha de propinar para liberar a Dulcinea del encanto a que está sometida.
Sancho dice entonces que así será, “que cuando menos se cate, me verá hecho una criba, de azotes; y HASTA LA MUERTE, TODO ES VIDA: quiero decir, que aún yo la tengo, junto con el deseo de cumplir con lo que he prometido”.
Lo que el escudero quiere decir a don Quijote es que no tenga cuidado por los azotes que ha ofrecido darse para que Dulcinea quede liberada de su hechizo que la tiene convertida en fea labradora, pues mientras él, Sancho, viva, no hay de qué preocuparse, pues “hasta la muerte, todo es vida”.
Hacia mediados del siglo XVII, Luis Galindo escribió sobre este refrán castellano lo siguiente:
“Consideración filosófica es este modo de decir, dando a entender que, por supuesto que la vida es tan amable, todos los trabajos que suceden en ella son tolerables, pues por lo menos en el ínterin se vive, y que sólo la muerte es el mal mayor”.
@jagarciavilla