¿Héroe o bandido?
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Lo he platicado en este generoso espacio de VANGUARDIA varias veces, pero jamás está de más dejarlo nuevamente por escrito. No leo a los sesudos “analistas”, jamás leo a los “politólogos” profesionales y a los exégetas que creen saberlo todo en política. Cuando quiero clarificar mis torpes ideas en política, leo literatura. Si no encuentro algún detonante, leo periodismo, pero buen periodismo. Y lo anterior y no otra cosa es lo que voy a escribir como liminar en esta atropellada columna, tema el cual tiene muchas aristas por explorar: la arista legal (la cual ya abordó en un esclarecedor texto, el abogado y académico especialista en Derecho Electoral y Derecho Comparado de la Facultad de Jurisprudencia, Gerardo Blanco Guerra), arista de derechos humanos y libertad de expresión, arista de derecho internacional, arista de soberanía de naciones y respeto mutuo
en fin.
Hace muchas lunas leí un libro (“Crónicas de héroes y bandidos”) de un periodista argentino avecindado en Estados Unidos, pero que se mueve a sus anchas en toda Latinoamérica, es Andrés Oppenheimer. Libro a ratos divertido, a ratos cínico, pero siempre con una prosa bastante cercana a la literatura y con un alto grado de inteligencia y descubrimiento. La tesis de estas crónicas es harto sencilla: quien piense que los factores de cambio en las sociedades latinoamericanas son motivo de convulsos motores sociales, quien piense que el móvil de la historia en México o Chile obedece a sofisticadas conspiraciones políticas, está en un grave error.
Por lo general, escribe Oppenheimer, “los grandes acontecimientos muchas veces son producto de pequeños caprichos personales, amoríos secretos o raptos místicos de quienes mueven los hilos del poder.”
A reserva de mejorar el porcentaje, le creo al periodista argentino el cien por ciento de su tesis. Sólo hace falta ver y observar nuestro entorno detenidamente para darse cuenta de lo anterior. Andrés Manuel López Obrador (Presidente de Morena, no de México) diario, se erige en el Gran Inquisidor y pasa a cuchillo mediático a cuanto actor político, empresario, intelectual o a quien se le de la gana y antojo. ¿A qué obedecen estas palabras de odio y rencor, tiene siempre los datos duros y las pruebas a la mano? No.
Obedece más a su signo biológico (bilis amarilla) y no tanto o nada, a su intelecto para medir sus palabras. Un poco más lejos, un primo de AMLO, Nicolás Maduro, dijo en su momento, que Hugo Chávez le hablaba después de muerto. Caray, por eso la nación hermana de Venezuela está como está. Bajo esta divisa ya planteada, el australiano Julian Assange es ¿héroe o villano? Siendo un reconocido hacker (colesterol malo) se convirtió en uno de los fundadores del portal de filtraciones (no de periodismo, ojo) Wikileaks y no poca gente lo tildó de héroe en su momento (colesterol bueno).
ESQUINA-BAJAN
Luego de casi siete años de estar refugiado en la embajada de Ecuador en Londres, fue detenido por autoridades inglesas que lo investigan al ser reclamado por autoridades norteamericanas que siempre lo han pedido y puede reactivarse una orden en su contra por presuntas violaciones sexuales que le endosan las autoridades suecas. Ecuador (su Presidente Lenín Moreno) le retiró el asilo político; policías entraron por él a la Embajada y lo sacaron cargando (en volandas, dicen los ibéricos). Está en prisión al día de hoy y va para largo su estancia y sus juicios. Se le ve deteriorado. Casi albino. Si de por sí el clima de Londres es hostil y los ojillos de sus ciudadanos apenas se ven brillar bajo su niebla y lluvia perpetua, la falta de sol y actividades al aire libre de Julian Assange, ya hicieron mella en su cuerpo entumecido. Barba blanca crecida, cabello en retroceso. Un tanto obeso. Le duelen los huesos, han dicho sus abogados, y le duele e imagino, el alma.
¿Julian Assange es un héroe o un bandido el cual debe de enfrentar la justicia de tres países como cualquier otro ciudadano? Pero, en esta trama de giros internacionales, no está sólo. Nunca estuvo solo. En su momento, al soldado Bradley Manning –analista de inteligencia norteamericano, quien ahora ya no es hombre, sino mujer y se llama Chelsea Manning– se le acusó y se le juzgó por filtrar documentos confidenciales y secretos del gobierno de Estados Unidos al portal WikiLeaks del Fantomas high tech de Julian Assange. Uno de los documentos más explosivo, literalmente, fue el video “Asesinato colateral” (abril de 2010), donde en un suburbio de Bagdad, dos helicópteros de la armada gringa, artillados hasta los dientes, masacran a 12 civiles y a dos empleados iraquíes de la agencia noticiosa Reuters.
¿Tiene razón la justicia de EEUU en reclamarlo y luego juzgarlo, por el delito contra la seguridad informática del país gringo al haber filtrado documentos clasificados? ¿Se le debe tratar de manera diferente a cualquier hacker? ¿Su detención es un atentado en contra de la libertad de prensa, no obstante que Julian Assange no es periodista? El delito por presunta violación a una mujer en Suecia, fue archivado en2017, pero ahora, por su detención, el caso se puede reabrir. De hecho, ese delito prescribe hasta el 2020.
Hay tiempo de sobra para cebarse en Assange en varias partes del mundo. ¿Qué piensa Assange de todo? Es imposible saberlo, pero estar siete años en una habitación de la residencia de Ecuador en Londres, lastima a cualquiera. Física y mentalmente. De 47 años, el hacker más famoso del mundo hoy enfrenta o va enfrentar a la justicia de tres países. ¿Ha valido la pena esta “vida” que lleva por aquellas filtraciones? ¿Ha cambiado algo?
LETRAS MINÚSCULAS
Julian Assange filtró miles de documentos y está en prisión desde hace siete años. Los que ayer lo idolatraban, hoy lo han olvidado
Jesús R. Cedillo
CONTRAESQUINA