Hidalgo y Santa María
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Ya pasaron las conmemoraciones patrias del 16 de septiembre, en las que se recuerda el inicio de las luchas por la Independencia de México, que después de once años de intensos movimientos armados nos dieron finalmente la emancipación de España y la oportunidad de construir una patria independiente, libre y soberana. Esas fechas y la restauración tan esperada de la Capilla de Santa María en la ex hacienda del mismo nombre, nos hacen recordar que, aunque Coahuila no tuvo propiamente un papel protagónico en el movimiento de independencia, algunas haciendas cercanas a su capital fueron los últimos lugares que pisaron los primeros caudillos independentistas antes de ser aprehendidos por las fuerzas realistas en Acatita de Baján.
El 5 de marzo de 1811, Hidalgo llegó a la ciudad de Saltillo, tomada previamente por Mariano Jiménez. Don Miguel ya no era el jefe del Ejército Insurgente, pero para la tropa y el pueblo seguía siendo “El Generalísimo”, y para los aduladores, “Su Alteza”. De Saltillo, los insurgentes partieron rumbo a San Antonio de Béjar, en Texas, en busca de refuerzos y suministros para continuar la lucha. Aquella ciudad representaba su última esperanza y consideraban abierto y seguro el camino, porque ya había sido tomada por Juan Bautista Casas.
Después de dejar Saltillo, se detuvieron en Santa María, una próspera hacienda propiedad de don Mariano Alcocer. Hidalgo llegó a las 10 de la mañana, acompañado por una escolta de 200 hombres a caballo. Al anochecer del mismo día llegó Allende con el resto de las tropas. Allí pasaron la noche y de allí partieron al cadalso, en una de las más penosas marchas, hacia las haciendas de Mesillas y Anhelo, para atravesar la desolada barranca del Espinazo del Diablo, dormir en la hacienda de La Joya y seguir rumbo al lugar conocido como Norias de Baján. Antes de llegar a dicho punto encontraron las cadenas y la prisión. La caravana, con sus carruajes y carretas, los jefes, oficiales y soldados, la caballería, la artillería y el cargamento, cayeron en la emboscada realista, en el cerro que desde entonces nombran “La Loma del Prendimiento”.
La guerra era inclemente y los caminos lentos y peligrosos. Santa María debió ser un remanso para Hidalgo. La casa principal era de modesta construcción y muros de adobe, igual que la capilla de enfrente, dedicada a la virgen del Rosario. La casa, sin ser lujosa era cómoda. Contaba con buen mobiliario, algunas pinturas y una amplia cocina en la que se horneaba el pan con la harina de trigo de su propia cosecha y molienda. La capilla de Santa María del Rosario contaba con ricos ornamentos y objetos para el ministerio religioso, aunque por las circunstancias, el cura Hidalgo seguramente no pudo oficiar la misa, pero sí agradecer a Dios y a don Mariano por brindarle una capilla para orar, buena mesa para alimentarse, buena cama para reposar y buenos libros para leer: un descanso al espíritu del insurgente.
Un inventario de 1780 de la hacienda de Santa María, menciona la existencia de libros en la casa: obras de Sor María de la Antigua y del padre Puente, la Recopilación de las Leyes de Indias, un tomo de Panegíricos Sagrados, dos del Año Josefino, uno de Cláusulas Instrumentales de Sigüenza, dos de los Bandos de los Sergios, y uno del Tesoro de las Gracias del Santísimo Rosario.
Podemos imaginar la escena del 5 de marzo en la casa de la hacienda: es de noche, don Miguel, sentado a la pequeña mesa en una de las habitaciones, hojea las páginas del Sigüenza, iluminadas tenuemente por una lámpara de aceite. De vez en cuando deja caer su cabeza y la recarga en sus manos. Es difícil suponer que sus ojos, que en esos momentos descansan en la lectura del libro en Santa María, se cerrarían definitivamente poco después, a la vida y a los libros.