Independientes fallidos
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Negra historia las candidaturas independientes; cosa poca y tarde. El daño a la cultura democrática venía de tiempo atrás y resultó irreversible. Un precio incuantificable por el desvío de la democracia nos acecha.
Durante el gobierno de mi padre como Gobernador (1961-1967), se respetaron triunfos de alcaldes y sus planillas que compitieron con pegotes en la boleta con sus nombres. La constitución las permitiía, solo faltaba reglamentarlas. Impulsamos las candidaturas independientes en la Asamblea Electoral de Nuevo León en 1985.
El Cofipe en 1991 dio reversa total, se vacunó. Encumbró la partidocracia y entregó a los partidos el monopolio del registro de candidatos. Así quedamos hasta las reformas de EPN en 2014.
Seguramente algún tratado comercial obligó a Peña Nieto a restaurar las candidaturas independientes. Sorprendió “El Bronco”, pero dos años después llegó el desastre que estamos viviendo. Una ley hecha de mala gana, empeorada por el INE.
La app del INE resultó fallida porque al Instituto no le interesa enaltecer la democracia. Al contrario, actúa como instrumento de los partidos.
Debieron ciudadanizar la app. No debieron exigir intermediarios “chapuceros”. Debieron mejorar el espacio para capturar las firmas o hacer un uso creativo de algún tipo de selfie. Ignoraron que existen listas del padrón de contrabando. Ignoraron miles de credenciales falsificadas. Un mundo de opciones válidas desperdiciadas.
El daño, sin embargo, ya estaba hecho. Treinta años de vacío en la cultura democrática. Ciudadanos divorciados de las elecciones por un legislador autoritario, cerrado al cambio. Mexicano: “calladito te ves más bonito”. Puedes votar, pero no opinar. Toda una generación de mexicanos embrutecidos por una partidocracia cara, corrupta, excluyente, aberrante.
Nuestra herejía democrática amenaza con cobrar carísima venganza. Los que nunca participaron, los olvidados, los marginados, los resentidos, más los cientos de miles de contritos, son atraidos fatalmente hacia quien se cree el nuevo Benito Juárez, un General Lázaro Cárdenas mejorado, el prócer Panchito Madero aguzadillo desde chiquillo.
Caminamos derechito al pozo donde nos harán barbacoa. Pagaremos caro nuestras omisiones pasadas, nuestra indolencia, nuestra apatía por la política, por habernos resignado a los dictados de la partidocracia. Hoy, el partido estandarte de la cultura parásitaria forra de legitimidad a un político mañoso, bastante ignorante, pero eso sí terco y mesiánico.
La ineptitud democrática dificulta la defensa. La víctimas propiciatorias prefieren doblegarse ante el dictador en potencia: ¿La terquedad? Es determinación. ¿La ignorancia manifiesta? Colmillo político. ¿Las contradicciones? Una nueva lógica. ¿Las complicidades? Personalidad arrolladora.
¿Recuerdan algo de los juegos finitos e infinitos? Una elección es un ejemplo de un juego finito. Tiene un principio, un final y un ganador. Desgraciadamente este juego finito lo puede ganar alguien con tan solo con el treinta y tres porciento de los votos. Su premio, un pais indefenso, sin ciudadanos. Pero se las pongo peor.
Por el perfil psicopático y sociopático del candidato eternizado, ya saben quién, corremos el riesgo de perder también el juego infinito de la democracia. Ese se pierde cuando el país mismo es impedido de perseguir el ideal democrático.
Si pierde tu candidato, pierdes un juego finito. En cambio, pierdes el juego infinito cuando surge un dictador. En Venezuela, así pasó. Adiós juego infinito. Se reelige Maduro “porque el pueblo lo exige”. Cuidado: no es lo mismo perder la presidencia seis años, que perder la democracia para el resto de nuestras vidas.
Presiento que nuestros pecados de omisión durante cuarenta años encaminan a los mexicanos hacia un pozo con brazas ardientes. Las víctimas marchan creyéndose que son el público; y hasta aplauden al verdugo. No leas esto como entretenimiento. Haz algo, para dejar de marchar hacia tu propio sacrificio.
javierlivas@prodigy.net.mx