Inmadurez relacional
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Se vicia fácilmente la intercomunicación en una sociedad.
Pocas son las familias que practican el diálogo conyugal. Ese encuentro semanal en que marido y mujer se apartan una hora de todo, en el día escogido, en un lugar apropiado para darle mantenimiento a su convivencia familiar. Los temas son obvios. Tú y yo. ¿Cómo va nuestro matrimonio? ¿En qué podemos superarnos para mejores resultados? Y la misma pregunta acerca de la relación con los hijos. Se observa y diagnostica el trato a las familias políticas. A las amistades. A los servicios que dan en las distintas áreas de su comunidad.
La junta de consejo es útil en todas las empresas. Aleccionadas están las secretarias para no pasar llamadas ni interrumpir las juntas en que se toma el pulso a pérdidas o ganancias. Todas las instituciones tienen necesidad de esa sana y auténtica comunicación periódica que mantiene todo en un funcionamiento aceptable.
Los parlamentos se vician de partidarismos y de falta de representatividad. Se omite recoger la opinión de los representados y se estila una verborrea inconsistente que termina en votaciones controladas y alineadas.
Los cauces legales han resultado insuficientes e ineptos para conducir los diálogos gremiales con el régimen. Se desborda todo hacia la calle para la manifestación, el plantón, el mitin, la toma y hasta la infiltración de radicalismos encapuchados duchos en averiar, y destruir. Se juega entonces a las vencidas de intransigencias recíprocas. Son muros que impiden el diálogo siempre condicionado.
La inmadurez relacional lleva a la espiral de violencia hasta que empiezan a darse y a sumarse las víctimas. Al grito multitudinario —cada vez más insistente y agresivo—solo se responde con la fuerza. Unos dicen: suelten a los presos y cancelen reformas. Otros dicen: vuelvan a clase y hablemos solo de lo que puede estar a discusión.
La negociación, la mediación, la serenidad de escucharse y de hacer propuestas viables, de saber ceder en lo periférico para asegurar lo central manifestará siempre madurez, sensatez y lucidez.
Manejar sabiamente los conflictos y hacer confluencias hacia acuerdos equilibrados logra que, quienes tienen necesidad de paz para aprovechar métodos renovados de educación, puedan ver respetados plenamente sus derechos constitucionalmente prioritarios…