La adicción por el poder…
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Nos pasó de noche la aprobación de la revocación de mandato por la mayoría morenista en el Congreso de la Unión, la eclipsaron dos asuntos que han traído en vilo la opinión pública, la imposición de la favorita del Presidente de la República para ocupar la presidencia de la CNDH y el asilo político otorgado a Evo Morales. No obstante, los tres están vinculados, tienen un denominador común, se llama dictadura. La aprobación de la revocación es el primer paso –el tanteo del agua a los camotes, para decirlo en términos coloquiales de un régimen con las características como el que hoy tenemos en México –hacia la estancia ad perpetuam en el poder; la segunda, es la extensión de los tentáculos del Poder Ejecutivo para tener a incondicionales en los dizque órganos autónomos y reducirlos entonces a simple fachada “gatopardesca”, y la tercera es la “protección” a un miembro del mismo club que salió por piernas de su país por quererse eternizar en el poder.
Las dictaduras son producto de un sinnúmero de factores que al conjugarse hacen polvo la autodeterminación de los pueblos. En mucho deriva de la actitud pasiva de la misma ciudadanía ante las primeras evidencias de autoritarismo de quienes gobiernan, como por ejemplo, la diatriba diaria para dividir al País, y esto no les da mucho trabajo lograrlo partiendo de la fragilidad de las instituciones tan dañadas por la corrupción. Con un escenario así no hay caudillo lenguaraz que no se entronice en el poder, se aferre al mismo y se niegue a dejarlo. Así pasó con Somoza en Nicaragua y ahora con Ortega, y en Venezuela con Chávez y luego con Maduro, y más atrás con Fidel Castro, “inspiración” de los recientes. La idiosincrasia de un pueblo proclive a los caudillos conduce a las dictaduras.
La pobreza y la desigualdad son caldo de cultivo para el valemadrismo en todo lo que se vincule a procesos democráticos. Cuando la pobreza subsiste y la desigualdad se agudiza, la democracia queda en estado cataléptico, pero llega un momento en que la olla estalla y el costo es altísimo. La ausencia de cultura democrática es un mal crónico que padecemos en México, y se refleja en la negativa reiterada de fiscalizar la actuación de gobernantes y todo género de funcionarios públicos, y seguirlos viendo como si les debiéramos un favor.
Dice el historiador nicaragüense Mateo Joaquín que las dictaduras se imponen desde sociedades sumamente desiguales, yo agrego que desinformadas, ignorantes de sus derechos ciudadanos y de las funciones y facultades de quienes los gobiernan. Es muy fácil para un manipulador de voluntades hacerse de ellas, con un pueblo así de vulnerable. No le representa ningún problema, porque ni cuenta se dan sus gobernados de cómo les va restando independencia a los otros poderes –legislativo y judicial– e instituciones públicas, del vapuleo mediático a sus adversarios a mañana, tarde y noche, y cómo entreteje la propaganda de endiosamiento a su persona. Acuérdese de Hitler, vía Goebbels, su Ministro para la Ilustración Pública y Propaganda.
Evo no es víctima de nadie, sino de su propia ambición. En 2008 impulsó una reforma constitucional para una sola reelección, en 2016 vía referéndum propuso una indefinida y el 51 por ciento de sus paisanos le dijeron que no. Pero en 2017 el oficioso Tribunal Constitucional Plurinacional –bajo su control absoluto– determinó que sus derechos políticos entraban en el ámbito de sus derechos humanos y por ende estaban por encima de la Constitución, y podía ser candidato. En 2018 se partió de esto para admitir la candidatura. Lo demás usted ya lo conoce. Fue a un proceso absolutamente amañado que remató no sólo con la paralización del conteo de votos, sino con oponerse vía Tribunales a la auditoría de la OEA. Él renunció a culminar su mandato con honores. ¿Golpe de Estado? No hay tal. Las elecciones libres debió haberlas aceptado. Pero el poder es ca… y hay quienes se engolosinan con el...
Recurrir a la mentira sistemática, pensar que la política es sólo poder y que para conservar éste se vale de todo, fingir, simular, ocultar, abusar, saturarse de arrogancia… se paga con creces. Todos los dictadores acaban revolcados en su propio estiércol. Hay que echarle una revisada a la Historia, a la de México y allende fronteras. Sobran ejemplos de estos personajazos deleznables.