La ciudad que despreciaba su historia
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Dice la cita que “Aquel que no conoce su historia está condenado a repetirla”. Y lo que se desconoce, por lógica, tampoco puede valorarse. En la Comarca Lagunera es común escuchar cuando se habla de la identidad regional, que los forjadores de esta tierra eran gente de gran carácter, que con empuje y determinación levantaron ciudades boyantes que se perfilaban a ser potencias nacionales. “La región que venció al desierto”, se suele decir en referencia a que, pese al clima extremoso, los calveros del paisaje comarcano se convirtieron en terrenos fértiles para la agricultura, la ganadería y la industria. Sin embargo, ese contradictorio chauvinismo que caracteriza al lagunero parece que no le alcanza ni siquiera para apreciar el valor de sus jóvenes raíces. “¿Qué tanto puede valer el patrimonio histórico de una ciudad que apenas cumplió 112 años?”, se preguntan algunos con ironía.
El pasado sábado, la escultura “Los Querubines”, que coronaba una de las fuentes de la Plaza de Armas de Torreón, fue robada. Horas después, circularon en redes sociales fotografías y videos que mostraban a jóvenes en ánimo festivo presumiendo lo que parecía ser, justamente, la escultura sustraída. El robo ocurrió en horas de la madrugada y, según testimonios ciudadanos, policías que patrullaban la zona centro fueron alertados del hecho, pero no actuaron. El historiador y politólogo Carlos Castañón, director del Archivo Municipal, tuvo que apelar de plano al espíritu navideño para que los ladrones, en un acto de generosidad, devolvieran la escultura. Su llamado, realizado a través de Twitter, aún espera el milagro de la Estrella de Belén.
La pieza “Los Querubines” junto con “La Sirena”, “El Tritón” y “El Heraldo” conforman el conjunto escultórico que adorna las fuentes de la plaza. Todas ellas son réplicas en bronce hechas por el saltillense Vladimir Alvarado, y que fueron instaladas en 1986 durante la conmemoración del aniversario 79 de Torreón. Las originales, donadas en 1907 por la comunidad alemana, fueron resguardadas por las autoridades municipales. ¡Y qué bueno que lo hicieron! De no haber sido así, quién sabe si aún existirían, porque este tipo de atentados al patrimonio han sido vergonzosamente habituales en una ciudad que para nada se caracteriza por su rigor a la hora de hacer cumplir los reglamentos, ni por procurar los referentes de su propia historia.
El robo de la escultura se da pocos días después de que el gobierno municipal finalizó la instalación del nuevo “Torreoncito”, una estructura de marmolina y 15 metros de altura que se colocó en sustitución del original, que databa de 1974 y que las autoridades estatales desmontaron en 2017, pues la plaza cívica donde se encontraba se destruyó para construir la Estación Nazas del Metrobús Laguna, un proyecto que aún no concluye y que ha generado ya un nivel inusitado de histeria colectiva. Se suponía que el “Torreoncito” original, emblema de la ciudad, se reinstalaría una vez terminada la obra, pero lo abandonaron a la intemperie en terrenos de la Unidad Deportiva hasta que se convirtió en un despojo irrecuperable de varilla y cemento derruido.
Y ya que estamos hablando del patrimonio histórico, este año que finaliza entregó una “no-efeméride”: el centenario del Teatro Princesa, un bellísimo edificio inaugurado en mayo de 1919 y que hubiera cumplido 100 años de no haberse demolido en 1995. En ese recinto, que tenía su propia orquesta, había música clásica, operetas, zarzuelas, obras de teatro e incluso fue allí donde, en 1927, se proyectó por primera vez una película sonora en Torreón. Hoy el lugar se sigue llamando “Princesa”, pero no es más que un terreno bardeado que funciona como estacionamiento, y el hecho de que conserve el nombre parece más cinismo que homenaje. Cuando se habla de edificios emblemáticos de Torreón, la mirada apunta hacia el Hotel Salvador, un imponente inmueble de estilo victoriano construido en 1904 y que las crónicas de la época refieren que visitantes extranjeros lo comparaban con hoteles de Nueva York o de Chicago. Hoy está abandonado en un aberrante deterioro y no hay ninguna intención de rescatarlo.
Y así, como esos edificios, hay otros más que fueron sustituidos por afeadas estructuras de lámina y concreto que operan como negocios sin identidad; otros que siguen incólumes, pero condenados al estrago en un Centro Histórico inundado de basura, fugas de agua y ruido a niveles contaminantes. Bustos, placas conmemorativas, instalaciones artísticas, no hay nada que se salve del vandalismo o el abandono. Así, en una ciudad que no respeta su pasado, que permite la impunidad, no sorprende que se hayan robado una escultura de bronce en una céntrica plaza en cuestión de minutos. “Tampoco sorprendería si un día quitan el Cristo de las Noas”, dijo una persona refiriéndose al icónico monumento realizado también por el saltillense Vladimir Alvarado y que, por cierto, tampoco es el original. Antes hubo otro, de apenas 8 metros (contra los 22 del actual), del que ya nadie se acuerda. Érase una vez Torreón, la ciudad que despreciaba su historia.
@manuserrato