La debacle del PAN en Coahuila
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El PAN forma parte de mi historia personal, desde mi primera infancia fue parte de mi vida. En el PAN aprendí muchas cosas positivas, tanto en sus publicaciones como en el ejemplo de grandes personajes del partido, tanto coahuilenses como mexicanos. De los muchos años que viví en el PAN fueron positivas la gran mayoría de mis experiencias.
Cuando ya no encontré soluciones o salidas a su crisis por descomposición, cuando la institución y mi posible rol en sus filas dejaron de ofrecer caminos viables para una participación constructiva, abandoné la militancia. Estoy convencido de que los partidos no son ni deben ser un fin en sí mismos, deben ser un medio para construir el bienestar de los mexicanos. Corresponde a cada persona concretar lo que le dicte su vocación, cumplir la misión para la que fuimos llamados a este mundo, para esa tarea nada ni nadie pueden encerrarnos ni secuestrarnos. El tiempo dirá quién tuvo razón: los miles que abandonamos las filas del PAN o los que permanecen en el partido. Ojalá que esta crisis del partido redunde en bien para México.
El PAN nacional atraviesa una crisis de enormes proporciones, no comparable siquiera con la que, en 1975, lo condujo a no presentar candidato presidencial frente a José López Portillo en 1976. Tampoco se compara con el cisma sufrido en 1989, cuando renunciaron al partido muchos dirigentes se opusieron al rol que jugó el PAN frente al gobierno de Salinas de Gortari y ante la disyuntiva de recibir o no financiamiento público.
La diferencia entre estas crisis radica en que las dos primeras se dieron en un plano ideológico y estratégico, con debates y discusión. Hoy, la cosa es diferente, se trata de un simple choque de intereses. El País no cambió con los gobiernos del PAN y el Partido es una víctima más de tan triste hecho. Los males que aquejan al País son los que aquejan al PAN. Sus soluciones no están dentro del partido, sino fuera. Ejemplo: la corrupción en el PAN no se resolverá dentro del Partido; sino fuera de él, en el País, en sus instituciones, particularmente las relativas a la justicia.
Es de considerarse que, en la historia moderna de América Latina, no existe un sólo partido centrista o de centro derecha que haya regresado al poder después de haberlo dejado. Al menos no con su anterior forma de organización. Los conservadores en Colombia, los democristianos en Panamá, Ecuador y Venezuela. En Brasil y Argentina los electores dieron su voto a otras formas de organización: Bolsonaro y Macri.
En Coahuila la historia del PAN es aún más desastrosa. La reciente elección de su dirigente estatal fue el último espectáculo de la ambición sin riendas de Guillermo Anaya y de su cómplice de andanzas, Jesús de León. Ambos ponen el último clavo al ataúd de un partido que tanto necesita Coahuila y que tanto hizo por la entidad.
Para elegir al sucesor del impresentable y siempre derrotado Bernardo González, acudieron a votar 2 mil 933 de los 4 mil 500 militantes que todavía conserva el partido, en un estado con más de 1.9 millones de electores. El PAN es la nada política en ese universo. La nada, equiparada con la indiferencia de los coahuilenses frente a lo que sucede en su interior. Al más puro estilo de Anaya, tardaron dos días para contar los 2 mil 933 votos. Al final, ganó el que había perdido. Guillermo Anaya y sus cómplices se han beneficiado del PAN durante más de dos décadas y hoy se hunden junto con el barco que han ido destrozando a través de los años.
En 2017 la sociedad brindó a Guillermo Anaya una última oportunidad y la dilapidó y descuidó por incapaz, soberbio y perezoso. En 2018, ocupa el lugar que le corresponde. Guadiana lo mandó al tercer lugar. No hay pretexto que valga, el PAN logró colocar un número nada despreciable de senadores de primera minoría, pero no fue así para Coahuila. Un año después de estar a punto de convertirse en gobernador del Estado, en unas elecciones federales en las que el PRI quedó en tercer lugar, Anaya fue despreciado por el electorado y el PRI logró colar a la senadora Verónica Martínez.
En el escenario actual, la sociedad tendrá que generar una alternativa opositora que apueste a la democracia y al equilibrio de poderes, a la libertad y a la rendición de cuentas, tanto para Coahuila como para la Nación. Los cambios anhelados tomarán su tiempo, pero menos que en el pasado. Vivimos tiempos distintos, las cosas suceden más rápido. La lección es la misma de siempre. El que actúa mal, tarde o temprano sale perdiendo.
La verdad siempre se conocerá, a veces tarda, pero llega siempre. Dejé el PAN cuando Ricardo Anaya resultó electo presidente del CEN, sobre todo por sus patrocinadores. Su elección aseguró la continuidad de la hegemonía de Guillermo Anaya en Coahuila. Permanecer en el PAN habría supuesto sumisión y complicidad con ese sistema perverso que se coló por una ventana y corrompió todo el sistema nervioso de esa gran institución. Por fortuna me percaté de que existe todo un mundo de posibilidades para servir y ejercer mi vocación en la vida. Creo que cada vez más militantes del PAN tendrán que recorrer ese camino. No hay mal que por bien no venga. Hay mucho por hacer.
@chuyramirezr
Facebook: Chuy Ramírez