La espuma de la cerveza y la evolución de la humanidad
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En una de esas tardes dilatadas en que periódicamente voy a estrechar la mano del chef de sabor huracanado, Juan Ramón Cárdenas, al mítico “Don Artemio” y le robo tiempo, charla y sabiduría al ingeniero, éste me recetó, como siempre, palabras de poder
Por lo general nuestra charla transita de sus últimos avances gastronómicos en su fogón medieval a los libros adquiridos en sus viajes de aprendizaje de cocina; pero en ocasiones, la charla se decanta por el análisis de la política doméstica y nacional. Esto último, lo menos en nuestras letras. Pero, el chef Cárdenas Cantú periódicamente da sonados campanazos, como el que usted vio en las redes sociales y aquí en 360: fue uno de los pocos invitados a Palacio de Gobierno Nacional, junto con esposa doña Beatriz, a la ceremonia del Grito de Independencia a la ciudad de México, y posteriormente, al brindis que se realiza con el Presidente Enrique Peña Nieto. Y eso que al ingrato chef no le interesa ningún puesto en materia política. Caray, ¡qué tal si estuviese interesado en uno!
Hace poco, decía, fui a robarle tiempo y charla. El chef me deletreó su nueva teoría la cual anciló en artículos que había leído aquí y allá tanto en inglés como en español; citó a un sabio de la sociología, arqueología y gastronomía, Marvin Harris y en fin, me recitó dos o tres autores más que no tuve la fortuna de anotar en mi libreta, pero los cuales son de primera línea. ¿Cuál es la teoría del chef Cárdenas? No es novedosa, pero si importante; no es un descubrimiento de un día a otro, pero sí es un tejido armonioso y una estructura cultural que deshace mitos y entuertos, va: las levaduras, esenciales para la producción del pan y la cerveza, cuando se descubrieron (por intuición), fue lo que hizo posible que el ser humano dejara de lado el nomadismo (pueblos primitivos), se convirtiera al sedentarismo, empezara a meditar, a pensar y así, con el paso del imbatible tiempo, llegar a lo que usted y yo hoy disfrutamos: las grandes ciudades y civilizaciones. Eso llamado el avance de la humanidad.
Lo dije en tres o cuatro líneas, pasaron milenios para ello. Lo voy a decir ahora en cristiano en teoría que me vendió el alquimista Cárdenas Cantú: el beber, el sentarse a beber cerveza y dejar que ésta bebida atrayente, embriagante, fresca, agradable y mareadora nos embotase los sentidos, hizo posible la evolución de la humanidad. Así de sencillo. Le creo al cocinero del mítico “Don Artemio.” Cien años antes de Cristo, Ficino lo dijo: “El hombre se hace sabio sentado.” Y qué mejor actividad para hacerse un hombre culto, de conocimientos variados, sabio –valga la buena paradoja de por medio: la actividad de estar inmóvil– que sentarse a pensar, a meditar, mientras se disfruta de un buen tarro de gratificante cerveza (soy fanático de la Cerveza Indio o Negra Modelo, a discreción) en la diestra.
Usted y yo lo hemos repasado aquí, lo voy a recordar rápidamente. Si tomamos la Biblia como uno de los varios orígenes y semillas de la humanidad, usted recuerda que el primer milagro que realizó públicamente el maestro Jesucristo fue uno de tipo gastronómico, convirtió el agua en vino en una boda (Juan 2.1-11). Es decir, la metáfora propuesta es obvia: Jesús convierte el agua de unas tinajas (agua bautismal, pura y espiritual) en un vino agradable (vitalidad embriagadora) que posibilita la charla dilatada, el convite en sociedad, el ágape, el brindis, el chocar los tarros fraternalmente, sin tener nada de culpa este placer epicúreo, tan perseguido hoy en día por culpas morales de los sacerdotes católicos o gobernantes miopes.
Ahora bien, note usted que el maestro de Nazaret trazó con su vida un arco de destino tan manifiesto, que pasa desapercibido para todo mundo que va al Templo o a la Iglesia a recitar un rito sin meditar (ecolalia): transformó el agua en vino y compartió el fiestón de las bodas de Caná (cena, baile y tragos), y cuando fue al matadero en el Monte Calavera, un día anterior, invitó a sus discípulos a… cenar y beber. La bebida (vino, agua, cerveza) como centro del universo de la tertulia, charla, placer compartido, risa, camaradería y… evolución de los involucrados: la tribu toda.
En un esplendido texto de investigación científica publicado por “El País” y reproducido aquí en 360 en su muy gustada sección de “Omnia” del día 16 de septiembre, se lee a propósito de esto: “La levadura que se emplea para elaborar la cerveza se domesticó por pura intuición, mucho antes de que la humanidad descubriese la existencia de los microbios. De hecho, los primeros intentos de producir esta bebida datan de por lo menos hace 3 mil años.” Somos hijos de la espuma de la cerveza y el disfrutarla placenteramente y a pata tendida en cualquier lugar de este mundo. Por miles de años nuestros antepasados se dedicaron a cuidar sus rebaños de animales y los llevaban de solar en solar, de pastizal en pastizal, sin poder sentarse a pensar, elucidar, divagar. Un día, los nómadas vieron este fermento (milagro) de granos de ciertos pastos. Desde entonces y sólo entonces, con la aparición del pan y sobre todo, de la cerveza, los nómadas se hicieron sedentarios y empezaron a deletrear esto que hoy habitamos: las ciudades, la civilización.
Volveré al tema…