La experiencia de lo unánime
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Se puede aprender de la lluvia.
No es un torrente. Cada gota tiene su individualidad. Y tiene su transparencia. Cada gota cae en simultaneidad. Y trae su propia carga de humedad bien conservada. Y viene con la misma velocidad de sus vecinas. Dócil a las direcciones del viento. Todas hacen el mismo aguacero. El agua que corre en el suelo es resultado de un chubasco unánime.
La unanimidad tiene su significado propio -no metafórico- en lo humano. La experiencia de lo unánime es polifacética. Se siente que todos están en el mismo espacio disponible. Algunas veces todos tienen el mismo signo externo que parece uniformarlos. Se producen ademanes coincidentes y el clamor es suma de voces que lanzan un mismo clamor y articulan las mismas palabras. La unión anímica se adivina en los mismos propósitos. Se grita la alegría y se vocifera el propósito.
Cuando es la fe la que anima al conjunto, se vive la experiencia de la serenidad, del canto, de la plegaria, del silencio y del caminar juntos.
Hay unanimidad que exige paciencia como la de las largas filas de una mayoritaria votación democrática. Hay coincidencia en la voluntad de participación aunque las opciones sean diversas y las preferencias distintas. La unanimidad hace las mayorías y se da también ejemplarmente en minorías de recia convicción disidente.
La unanimidad de la fuerza es no pocas veces necesaria y está indicada cuando es preciso evitar desordenes graves que dañan el bien comunitario o afectan intereses, derechos o propiedades ajenas. Tiene el riesgo de no ser proporcionada, de desbocarse y causar lesiones innecesarias. Requerirá siempre un entrenamiento para la moderación, que llegue a aplacar la conducta equivocada sin lanzarse solo contra la persona.
El lanzamiento y el desalojo son siempre medidas extremas ante una tozudez o empecinamiento desbordado o agresor y cuando se han agotado los medios pacíficos de disuasión. Toda unanimidad tiene su límite, su término y su obsolescencia, tanto la de la obstinación como la de la contención.
Hay unanimidad dispersa ahora con confluencia en la multitud de pantallas con la misma imagen, con el mismo mensaje, y con distintos usuarios. Es un clamor silencioso de aprobación, de crítica, de descalificación o de ovación en que lo actual se hace virtual. Hay una convergencia de miradas hacia los mismos centros de interés porque todos están dando en ese momento su tiempo y su atención. La experiencia de lo unánime parece intangible pero está palpitante en los muros y en los “tuits”, en el ”juatsap” o en el “feistaim” que junta voz con imagen.
Se experimenta lo unánime que, etimológicamente, es unión de almas. espíritus unificados, animación concentrada. Aquella consigna de mosqueteros de “uno para todos y todos para uno”. en un mundo global cada vez más involucrado en ese movimiento envolvente de globalidad. Una colectividad que tiene el desafío de convertirse en comunidad planetaria y universal...