La fórmula del PRI o cómo hacer menos evidente una crisis económica
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¿Les conté que los texanos resolvieron hace mucho el grave problema de la obesidad? Sin sacrificar la diaria ingesta de insalubres comidas híper calóricas, nuestros vecinos le dan la batalla a la gordura agregándole de vez en cuando una nueva X a las tallas de su ropa. Creo que ahorita van en la 9XL (“El Despertar de los Triglicéridos”) y los pantalones se venden con un certificado que les confiere su propio código postal. Recuerde siempre, lector agobiado, histérica lectora, que así, bajo esta lógica babosa, es como los gobiernos del PRI han arreglado las crisis financieras de este País. Yo no sé si los millennials sean tan jóvenes para desconocer o nosotros, los X-men, tan indulgentes como para haber olvidado que en México la inflación alcanzó niveles francamente ridículos, pues comprar un Gansito de Marinela llegó a costar varios miles de pesos, mientras que para sacar cualquier taburete de Famsa había que endosarle el alma a Satanás por unos cuantos milloncillos. ¡Millones! ¡Sí! Nuestras ofertas en línea blanca, ropa y electrodomésticos se publicitaban así, en millones de pesos. No le culpo si no quiere recordar cuánto costaba un automóvil o una casa. ¿Y qué cree que se le ocurrió entonces a nuestros genios tecnócratas de la economía para encarar esta crisis y paliar el agobio financiero de las familias mexicanas? ¡Exacto! Recorrer el punto decimal tres sitios hacia la izquierda o, como se manejó en aquel entonces, restarle tres ceros a nuestras denominaciones para hacer las cantidades más asimilables. Así, los millones de pesos se convirtieron en miles, y los miles en pesos simples o, mejor dicho, en flamantes Nuevos Pesos. Como sólo fue un cambio nominativo, nadie se hizo con esto más pobre ni más rico, cierto. Sólo nuestra pobreza no era ya tan bochornosa y la riqueza fue menos obscena. Digamos que nos aplicaron el primer eufemismo financiero de nuestra historia y la verdad es que la economía ya anda ocupando una segunda compactación numérica. Mientras tanto nunca olvide: Cada peso que actualmente desembolsa en la tiendita son en realidad mil devaluados del águila. Y cada mil que le debe al banco, al colegio, a la tarjeta es realmente un milloncejo, nomás que abreviado. Así gobierna el PRI. Nos la aplica alegre e impunemente, hoy como ayer, pero más tarda en llegar una pizza a domicilio que nuestra indignación en disiparse. Parecido, pero de ninguna manera igual, la vigente bancarrota estatal desgració para siempre nuestro sentido de la proporción financiera. Tengamos presente que en menos de un sexenio el débito financiero estatal dio un espectacular salto pasando de algunos millones de pesos a los miles de millones (decenas de miles de millones, para ser precisos) sin que exista obra social o civil que justifique este desfalco. Esto ni siquiera es mensurable para muchos ciudadanos y menos para quienes se las arreglan con ingresos mínimos, gente que jamás tendrá que resolver operaciones aritméticas de más de cuatro cifras. Pues bien, desde que nuestro boquete financiero estatal ronda los 35 mil millones de pesos, saber que el Gobierno de Coahuila eroga algunos cuantos millones sin mucho sentido ni orden no nos despierta ya la menor inquietud o recelo.
Se anunció en días pasados la inversión que destinará el Estado a la creación de la plaza que llevará el imaginativo nombre de Plaza Coahuila. Algo así como 85 millones de pesos, con una entrega estimada en febrero (aunque le apuesto que el presupuesto proyectado se dispara y la fecha programada se posterga). La última obra similar que nos entregó este Gobierno, la Plaza Ateneo, no es nada, nada sino una plaza de rancho, desprovista de cualquier encanto o elemento que valga los 18 millones que para dicha obra se presumieron. Y muy a pesar de ser como ya dije, una plaza muy charra, como de rancho, el jefe del Ejecutivo cortó el listón inaugural y la presumió (literal) como una “gran obra”. Súmele las sospechosas y también millonarias remodelaciones a la Ciudad Deportiva o al Museo de las Aves (ocupa menos tiempo construir un parque de Disney) y observamos que el gasto en obra pública es excesivo porque lo absurdo que resulta (¡casi 100 millones en una plaza!) Pero como mencionamos también líneas arriba, este gasto multimillonario ya ni nos incomoda porque el boquete financiero de Coahuila es de miles de millones y se llama Megadeuda. Los Gobiernos de rancia tradición priísta (como el nuestro) saben que una catástrofe económica despedaza nuestras pobres nociones financieras, nuestro sentido del gasto y de la deuda pública, además de otorgarles un amplio margen de maniobra, ya que tras una devastación que eleva el gasto y el débito al rango de los miles de millones, los millones “simples” apenas y reciben algo de nuestra dispersa atención. Y ésa, señores, es la fórmula con la que los gobiernos del PRI responden a las reiteradas crisis de este País. petatiux@hotmail.com
facebook.com/enrique.abasoloEnrique Abasolo