La frivolidad en las campañas políticas

Durante las presentes campañas políticas para alcaldes y diputados federales, algunos de los candidatos se comprometen a llevar soluciones a los problemas que la ciudadanía les plantea, y que sabiendo que no están dentro de sus atribuciones, es este caso los alcaldes, se los solucionarán una vez tomado posesión del puesto, por lo que gran parte de los electores les creen y por lo tanto les ofrecen su voto.

Es el caso en la ciudad de Torreón en donde el candidato a la alcaldía Román Alberto Cepeda quien, literal no se despeina, se ha comprometido a que no regresarán las balaceras y a conservar la paz en esa localidad, porque según él tiene experiencia, sin especificar cuándo y en donde la obtuvo.

Por supuesto no depende de él, en caso de ganar, solventar esa situación, primero porque legalmente a ese orden de gobierno no le corresponde, pues esas acciones son del ámbito federal en las que las fuerzas armadas están batallando para erradicarlas, con todo y que han demostrado que tienen experiencia en su combate con el riesgo de sus propias vidas, y por lo que los ciudadanos nos sentimos seguros y agradecidos.

Por otro lado, el candidato Cepeda presume que tiene una amistad con el Gobernador Riquelme con el que se puede coordinar para llevar obra a Torreón, como si la construcción de infraestructura se edificara solo en base a la amistad, cuando los inversores requieren de distintas factibilidades para establecer sus empresas, entre las que figuran el agua potable que ahora mismo no existe pues es alta la contaminación de la misma, puntos cercanos a la frontera mediante vías férreas y terrestres, incentivos fiscales por parte de los tres niveles de gobierno que representan cantidades de dinero y que se pueden ir solventando solo a través del tiempo que sobrepasa su trienio como alcalde, que primero se tiene que construir la infraestructura necesaria, si gana la elección y que según las últimas encuestas no será nada fácil.

Ese apoyo por parte del Gobernador claro que lo puede obtener con su triunfo en la jornada electoral, pero debido al poco presupuesto, podrán ser obras de no gran magnitud, con todo y lo aplicable del impuesto sobre nóminas, pues cuando empiece la administración municipal le restarán al Gobernador, tal vez un año efectivo para la implementación de esas obras, pues el siguiente año, será para dejar arreglada la casa y preparar las acciones para dejar al candidato para la sucesión.

Ese lenguaje cortesano que emplean los candidatos sobre el Gobernador por militar en el mismo partido político ha demostrado que son seres cuya genuflexión se les da muy bien, que coincidirá en el tiempo como alcaldes y acabarán haciendo los que les dicte, pues deben regresar el favor que les hicieron al darles la candidatura municipal, por lo que su integridad moral se diluirá y se convertirán en seres robotizados al servicio del príncipe.

No se ven campañas políticas en las que se traten de fondo los problemas sociales y que los candidatos les ofrezcan soluciones reales, ya que a todos les responden que si van a resolver la problemática cuando arriben a la presidencia municipal, y no solo hagan de los mítines eventos carentes de seriedad y se dediquen a saborear los famosos antojitos mexicanos, y lo peor ponerse a bailar con las mujeres del sector visitado y con las que jamás volverán a hablar.

Lo que trasciende es cumplir con los proyectos que sobre bases seguras generen crecimiento económico, respetar el estado de derecho, la libertad de expresión, propugnar por presentar propuestas de calidad en el servicio público que dé respuesta a sus necesidades y dejar de lado los eventos frívolos tan denigrantes.

El ser buen alcalde proporciona honor al trabajar por los demás con resultados en su beneficio que lo enfile con justicia a acceder a otros niveles en su carrera política, y que, ahora sí con la experiencia bien ganada pueda presumir, y no solo por tener amistad con el gobernador.

Se lo digo EN SERIO.

franciscoaguirreperales@gmail.com

@aguirreperalesf