La fuerza de Riquelme
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Los coahuilenses fueron a las urnas en 2017. Tras un proceso manchado, Miguel Ángel Riquelme resultó gobernador electo, sin duda el más débil en la historia de Coahuila y quizá de la historia reciente de México. Concluido el proceso electoral, se dieron una serie de acciones de repulsa, las más fuertes de que se tenga memoria. Se vio a Morena y a ciudadanos sin partido, manifestando su inconformidad, hombro con hombro a lado del PAN. La foto que más llamó mi atención aquel día, fue una en la que ondean juntas las banderas del PAN y de Morena en la Plaza de Armas de Saltillo.
Tres años después, Miguel Ángel Riquelme es un gobernador sólido y fuerte, casi nadie lo cuestiona. Quizá el más fuerte en la historia moderna de Coahuila. ¿Será su habilidad para negociar y/o la ineptitud y nulidad de la oposición? Tanto en redes sociales, como en medios de comunicación, resulta difícil encontrar críticas a su gestión. Sin contratiempos, en la más absoluta tranquilidad política, gobierna a sus anchas un hombre que asumió el poder en medio de turbulentos cuestionamientos.
El cambio de estilo, sin duda, abona a su gradual fortalecimiento. Ayuda el que los coahuilenses no acabamos de despertar de una larga y merecida siesta tras doce años de Moreirato. Fueron dos sexenios intensos, marcados por dos personalidades igualmente intensas. Padecimos un verdadero estado policial. Hasta las amistades se seleccionan o rechazaban considerando su lealtad al régimen, encarnado en la figura del gobernador. La soberbia de la autoridad parecía no conocer límite alguno. Aquellos que se atrevían a alzar la voz, lo hacían por sobrevivencia, para salvarse de la sumisión humillante, tan propia de esos tiempos de autoritarismo, tan generalizada que llegó a conformar un cultura político-social.
Riquelme ha significado un cambio de estilo. ¿Se deberá a su personalidad, a sus orígenes? Veo a un hombre callado, de pocas palabras, sin muchas ínfulas de grandeza. Lo conozco poco, conviví poco con él durante tres años en el Congreso federal, era el tiempo en que Rubén Moreira no dejaba respirar a ninguno de sus subalternos. Lo cierto es que el cambio diametral de estilo abona mucho a su favor, relaja a los coahuilense, induce una modorra absoluta. Vivimos en reposo, se fueron los Moreira, al menos eso parece. El principal beneficiario de la calma resultante, es el propio gobernador.
Pero la personalidad no basta para explicar lo sucedido. Por el contrario, una personalidad de esa naturaleza, suele propiciar que las oposiciones usen y abusen de ella, ya que parte del juego democrático consiste en procurar el fracaso de los adversarios, como diría, con gran tino, Michael Ignatieff en Fuego y Cenizas.
Sorprendentemente lo que vemos en Coahuila es una oposición muda, inexistente, ausente, algo nunca visto en nuestro estado. José de las Fuentes Rodríguez fue un represor, autoritario, sin escrúpulos, pero nunca faltó quien plantara cara a sus fechorías. Ahora, cuando prolifera la información en medios muy diversos, no se articula crítica alguna al Gobernador. ¿Será su astucia, su sencillez, su grisura?, ¿será la confusión que generan unas redes sociales que descargan raudales de información difícil de procesar? Lo cierto es que la oposición brilla por su ausencia. La lección de Riquelme para quienes lo antecedieron es que el control político puede lograrse sin tanto aspaviento.
La designación de Bernardo González Morales como magistrado del Tribunal de Conciliación y Arbitraje es el colmo en este sepulcral apaciguamiento. El fallido exdirigente del PAN, el responsable de su debacle, junto con su jefe político, Guillermo Anaya Llamas, cobra así sus treinta monedas.
Recordemos que cuando pasó por Sedesol usó y abusó de los pobres en beneficio de su antiguo jefe, el diputado de Morena Luis Fernando Salazar. Bajo las órdenes de Carlos Orta y Guillermo Anaya, dio al traste con la democracia interna en el PAN. Como dirigente estatal, puso los últimos clavos al ataúd de Acción Nacional con su calvario de derrotas. Hoy, Riquelme, sin mayoría en el Congreso, lo premia, merecido se lo tiene, su labor de zapa está a la vista de todos.