La guerra continúa
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Que México tiene cifras de violencia equiparables a las de un país en guerra, como lo señaló en estos días la Alta Comisionada de Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Michel Bachelet, no es, por desgracia, ninguna novedad. Durante la última década, cuando localidades mexicanas como Ciudad Juárez, Acapulco e incluso la zona conurbada de La Laguna comenzaron a aparecer en los ránkings de las áreas más violentas del mundo, organismos internacionales hacían énfasis en la gravedad de la situación en México, que pese a no tener como tal un conflicto bélico (aún en el contexto de la llamada guerra contra el narco), sus indicadores de violencia revelaban la pasmosa fragilidad del estado de derecho y la perniciosa degradación del tejido social. Y si ahora el argumento vuelve a resonar con fuerza, es porque la vorágine delictiva ha sido irrefrenable.
Las cifras de homicidio en el primer trimestre de 2019, ya convierten este arranque de año en el más violento del que se tenga registro, con 7 mil 56 casos, según el gobierno federal. Si bien durante el sexenio de Felipe Calderón, la cifra de homicidios aumentó 149%, al pasar de 10,452 en 2006 a 26,037 en 2012, los números crecieron a peores niveles durante el gobierno de Enrique Peña Nieto y, si no hay una contención efectiva de la dinámica delictiva, este año podría ser el más cruento de la historia.
Para tener el panorama más claro, vale revisar las gráficas anuales. 2014 reportó 19,669 homicidios; 2015: 20,525; 2016: 23,953 y todo se descontroló en 2017, al registrarse 31,174 (lo que rebasó a 2011, que había sido el peor año de Calderón, con 27,313). 2018 cerró con 37,202 y este año, se están asesinando 78 personas por día. Efectivamente, cifras de un país en guerra, sobretodo si se añaden los más de 40 mil desaparecidos, los más de 26 mil cuerpos sin identificar, las más de 850 fosas clandestinas y los 9 feminicidios diarios que completan la oscura fotografía de esta patria nuestra. En el caso de Torreón, si bien ha habido en los últimos años una recuperación de la tranquilidad y una disminución considerable en los delitos de alto impacto, sobretodo el homicidio, la percepción de que la violencia pudiera regresar es un temor latente entre la ciudadanía y, de entrada, el municipio cerró el primer trimestre de 2019 con 40 homicidios, 5 más que en el mismo lapso de 2018.
Y aunque en su “mañanera” del 30 de enero, el presidente López Obrador declaró que “oficialmente ya no hay guerra”, tanto la realidad del país como sus propias decisiones lo contradicen: el Ejército sigue haciéndose cargo de la seguridad en numerosas zonas del país y, pese a que se celebró la aprobación de la Guardia Nacional con mando civil, finalmente sí se privilegió, al menos de entrada, el rigor militar como directriz de la nueva corporación. Y con la designación del General Luis Rodríguez Bucio al frente de la Guardia (aunque esté en vías de retirarse de la vida militar) ya se puede entrever que la “guerra” está lejos de acabarse, pues su experiencia se ha enfocado, justamente, a las estrategias de combate al crimen organizado.
El nuevo comandante de la Guardia Nacional estuvo destacamentado en Cancún entre mayo de 2010 y septiembre de 2011. Desde octubre de ese año y hasta junio de 2013, fue Coordinador de Operaciones contra grupos del narcotráfico en Nuevo León, Tamaulipas y San Luis Potosí. Entre 2013 y 2016, el general Rodríguez Bucio cursó un doctorado en Defensa y Seguridad Nacional y obtuvo mención honorífica con una tesis titulada “Participación de las Fuerzas Armadas mexicanas en la estrategia de combate al narcotráfico del presidente Felipe Calderón Hinojosa”.
¿Qué tanto se replicará entonces de las estrategias de las administraciones pasadas (esas que AMLO ha tachado tanto de fallidas) en este gobierno federal? ¿Este enfoque significa que el problema de las drogas seguirá entendiéndose como un conflicto de armas y no de salud pública como se ha reclamado durante años? ¿Cómo se fortalecerá a las corporaciones locales y, sobretodo, a los órganos de procuración de justicia? ¿Dónde se está marcando la diferencia?
Es verdad, la Cuarta Transformación recibió un país sumamente dañado, pero ya no bastan simbolismos ni retóricas; las estrategias deben ser claras, firmes y efectivas, porque así lo reclama este país que arde. Suele decirse románticamente que el cielo nocturno siempre es más oscuro cuando ya está por amanecer. Ojalá que a esta noche larga, ya la vaya coloreando la luz.