La (in)justa deportiva
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Las opiniones en nuestro País en torno al desempeño de los atletas olímpicos en los Juegos de Río de Janeiro, Brasil, se dividieron. Mientras para unos resultó decepcionante el número de medallas que se trajeron al País, para otros las cinco preseas significaron un gran logro: la de plata de Lupita González; de bronce en box para Misael Rodríguez; de bronce en pentatlón que se colgó entre orgulloso y sorprendido Ismael Hernández; la de plata en clavados lograda por Germán Sánchez y también de plata para María del Rosario Espinoza, en Taekwondo.
Otros más, con enorme desencanto y quizá mucho de razón, señalaron que el bajo rendimiento de la delegación en su conjunto fue reflejo de lo que ocurre en México. Háblese de corrupción, de mala organización, de una administración burocrática poco eficiente, en lo que muchos mexicanos participan de manera natural.
El primero que hizo vibrar las fibras emotivas de los mexicanos fue el boxeador Misael Rodríguez, cuando ganó 3-0 sobre el egipcio Hosam Abdin en la ronda de cuartos de final.
Luego, al caer ante el uzbeko Bektemir Melikuziev, se derrumbaron las esperanzas de llegar a obtener la anhelada de oro o de plata.
A su llegada a México, los acreedores a medalla recibirán un estímulo económico por parte de la Comisión Nacional de Cultura Física y Deporte (Conade). Esta dependencia, encabezada por el polémico Alfredo Castillo, dispuso que se recompensará con 2 millones de pesos para el que consiguiera plata y 1, para el bronce. De ello, están obligados a pagar el 20 por ciento del premio por concepto de impuestos.
El detonante de la inconformidad nacional fueron las declaraciones de Misael en relación a que “boteando” consiguió alcanzar llegar a la justa deportiva debido a falta de apoyos. En conversación personal con un deportista, compartía hace unos días que, en efecto, la dependencia nacional del deporte no cuenta con una organización eficiente para respaldar y estimular a los atletas. Y hace apenas unos días un articulista nacional señalaba que mientras no sea el Comité mexicano el único con vía de comunicación con el internacional, no se podrá fortalecer la máxima institución gubernamental del deporte en nuestro País.
En sí mismos, los Juegos Olímpicos representan para una buena parte de los espectadores mexicanos el gozo de disfrutar de la justa. El observar cómo la disciplina y el trabajo de años persevera en productos finales espléndidos.
Sin embargo, creo que sí existió al mismo tiempo una decepción por la forma en que se desempeñó la mayoría de los atletas mexicanos. A las declaraciones del campeón de bronce en box, sumamos las informaciones relacionadas al presidente de la Conade, Alfredo Castillo, sobre la presencia de su novia en Río vistiendo el uniforme de la delegación mexicana. Si bien aseguró que ella no viajó con recursos públicos, el hecho de exhibirse ataviada con un uniforme que no le ha costado llevar, ni por esfuerzo, ni por no pertenecer a la delegación, la decisión de así vestirse muestra un tipo de ostentación que gira alrededor de ciertos ámbitos públicos.
¿Por qué no abstenerse, siendo ella quien es, nada más y nada menos que la novia de quien dirige el máximo organismo dedicado a impulsar el deporte en México? ¿Por qué ceder a la tentación de brillar, de exhibirse? Lo hace, además, con vestuario inadecuado, que no por serlo deja de ser significativo. Al contrario, es altamente emblemático, por todo lo que un atavío implica.
Los atletas mexicanos, no me cabe duda, hicieron su mejor esfuerzo, pero la organización y la planeación en torno al deporte en México muestran desalentadora pobreza.
¿Cuántos mexicanos se verían reflejados en un desempeño de esta naturaleza por la misma falta de respaldos, o por las trabas burocráticas a las que tienen que enfrentarse?
Necesario hacer una limpia, eliminando la corrupción; eficiente y transparente organización. Planeación y conciencia personal y de País. Falta mucho, mucho por lograr la excelencia.