La larga marcha
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¿Para qué sirven las marchas?, me preguntaron en una ocasión. Mi respuesta fue corta: sirven para después poder escalar montañas
El camino ha sido largo, lento y lleno de obstáculos. Marginadas desde la prehistoria, ha sido apenas durante los últimos 150 años que las mujeres han experimentado pequeños cambios en su derecho legítimo a la participación política y económica, en la salud, la educación y en la ruptura de barreras y techos. La lucha no ha sido fácil, pero es necesaria porque los signos de quienes quieren hacer retroceder sus avances están ahí, siempre presentes.
Le doy dos ejemplos: luego de décadas de luchar por este derecho, en el año 2011, Arabia Saudita dio finalmente a las mujeres el mismo derecho a elegir a sus representantes en el Gobierno, de votar, algo que sucedió en Estados Unidos de América en 1920 y en México hasta 1953 (que se respete eso ya es otra cosa). Con el libre derecho de decidir por su cuerpo sucede lo mismo.
La píldora anticonceptiva, inventada por el científico mexicano Luis Ernesto Miramontes Cárdenas, fue aceptada con dificultades a través del tiempo y aún existen países como Iran que por dogmas religiosos prohíben su uso.
Igual pasa con las oportunidades laborales y en cada ámbito de la sociedad, en donde en casi todos los países del mundo existe una amplia brecha entre los derechos del hombre y de la mujer. Pero a pesar de todo, la energía y compromiso de ellas han impulsado la igualdad de género a nuevas alturas. Se trata de una larga marcha por el control no sólo de sus cuerpos y de sus derechos y destinos básicos, sino de la equidad y la igualdad.
Pero hay nubarrones que amenazan el camino. Un misógino serial llegó a la oficina más alta de los Estados Unidos de América y eso se puede convertir en un terrible ejemplo que puede hacer retroceder esta larga marcha. Por eso ellas decidieron ponerse de pie y luchar. Apenas había pasado su primera noche en la Casa Blanca cuando una manifestación impulsada por mujeres reunió a más de medio millón de manifestantes tan sólo en Washington.
Marcharon para pedirle respeto a las mujeres, inmigrantes, musulmanes y a los discapacitados. Celebridades como Madonna, Michael Moore y Scarlett Johansson fueron algunos de los oradores del evento. Esta marcha, que estuvo llena de emociones e inspiración, ha dado a millones la esperanza de que sus sueños de una América incluyente y compasiva puedan prosperar. “Trump –declaró una de las manifestantes– representa a cada hombre que intenta mantenernos pisoteadas. Habrá que recordar eso todos los días durante los próximos cuatro años”.
Pero es ahora que esto apenas empieza. Y es que hay muchos escépticos de que estas marchas puedan conducir a un cambio real y de que se pueda mantener encendida la antorcha. Ya en el pasado, las mujeres han marchado reclamando sus derechos y pocas veces han tenido éxito. Los hombres no han querido escuchar. Todos hemos visto a mujeres marchando para protestar contra la violencia de género; el resultado parecería sólo haber exponenciado las agresiones en su contra.
Aun así, dice un estudio realizado en 70 países y que abarca las pasadas cuatro décadas, los movimientos a favor de los derechos de las mujeres tuvieron un mayor impacto en la reducción de la violencia en su contra y a favor de su participación en la economía y la política.
Sin embargo, en esta ocasión es distinto. Hoy, para nadie es un secreto que Donald Trump promovió un modelo de país en donde ser blanco, heterosexual y rico proporciona un inmenso privilegio a esa nación. Así que los que luchan por la igualdad de trato de las personas afroamericanas, las mujeres, los miembros de la comunidad LGBT y los económicamente desfavorecidos están luchando por un cambio de status quo.
Por fortuna, los tiempos de hoy son distintos, muchas mujeres sienten más que nunca su derecho a enfrentarse a los hombres que las quieren hacer retroceder. Por eso la importancia de la marcha. Para hacer frente a estos desafíos, para defender entre todos y todas la igualdad de género, para generar millones de voces que construyan una sola voz que hable fuerte y claro.
Sé que muchos dicen que nada se obtiene luchando, gritando y marchando. ¿Para qué sirven las marchas?, me preguntaron en una ocasión. Mi respuesta fue corta: sirven para después poder escalar montañas.
@marcosduranf