¿La luz del mundo?
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Para algunos investigadores el fanatismo proviene no de una profunda fe, sino de la falta de ella. Un fanático es alguien a quien el sólo creer en su Dios y llevar una vida respetable no es suficiente. Se siente obligado a involucrarse en conductas que demuestren su fe y está convencido de que el tamaño y magnitud de esas conductas deben ser proporcionales a ella. Ir a la iglesia los domingos y no hacer daño a nadie no es suficiente. Hay que perseguir a quién no tiene el tipo de fe que ellos profesan o, en casos extremos, estrellar un avión en un edificio para castigar a los “infieles”.
Desde tiempos inmemoriales los fanáticos religiosos practicaban el colocarse un cilicio y autoflagelarse. Algunos llevaron la práctica del ayuno hasta niveles de locura, otros simplemente invadían países enteros para imponer su religión a otras culturas.
Algo debió de estar mal en la mente de David Koresh quien hace 26 años incendió su templo en Waco, Texas, causando la muerte de 88 personas, entre ellas 17 niños. Lo mismo pasó con Marshall Applewhite quién, al mando de la secta religiosa Heaven’s Gate, convenció a 38 personas para que en 1997 cometieran un suicidio colectivo con la promesa de que él pilotearía una nave espacial escondida detrás del cometa Hale-Bopp, acción que los llevaría hasta un nivel superior de conocimiento.
Otro caso de fanatismo religioso sucedió en 1978, en la Guyana, cuando 913 personas se suicidaron ingiriendo cianuro escuchando absortos a su líder Jimmy Jones. Los miembros de la secta Templo del Pueblo creyeron pertenecer a un mundo ideal en la selva de Guyana. Todas estas sectas han tenido un común denominador: Un líder que raya o está en la locura y todos buscando su tierra prometida.
Una muestra de este fanatismo religioso nació en México y se extendió como la humedad a otros 57 países del mundo. Se trata la secta que fundó su líder Naasón Joaquín García, detenido en Estados Unidos acusado de 26 cargos de abuso sexual a menores, pornografía infantil y extorsión. Casi nada para quién se decía el heredero del carpintero de Nazaret.
Definidos así mismos como la “Restauración de la Iglesia que Jesucristo fundó en el siglo I de nuestra era, con la misión de anunciar a toda persona las buenas nuevas de salvación”. Esta congregación ¿cristiana? tiene como objetivo difundir el evangelio de Jesucristo; y a diferencia de la Iglesia Católica, no concentra sus rezos en imágenes o santos, pues considera que lo único verdadero es lo establecido por la Biblia, a la cual llaman “regla de fe”.
Pero al final, y como siempre, La Luz del mundo se convirtió en un negocio multimillonario, el negocio de la fe. Registros comerciales y de marca lo confirman: La luz del mundo es un conglomerado comercial con empresas como Proyectos Inmobiliarios Jasuen, S.A. de C.V, en donde su fundador tuvo el cuidado de patentar imágenes y registrar marcas comerciales de recintos, símbolos religiosos y por supuesto el nombre de la iglesia La Luz del Mundo.
Pero a pesar de todas estas evidencias y de los escándalos sexuales de Naasón Joaquín García, resulta increíble que existan aún miles de personas que lo consideran inocente. Para sus víctimas, no fue la luz del mundo, sino las tinieblas a las que fueron arrojadas por un hombre sin ninguna moral.
De eso escribió hace muchos años el escritor estadounidense Robert Pirsig, quien decía que “cuando una persona padece de delirio, a eso se le llama locura. Cuando muchas personas padecen de delirio, a eso se le llama religión”.
Por miles de años los seres humanos nos hemos matado por creencias religiosas o hemos perseguido y torturado a millones por esta misma causa. A más de 150 mil años de evolución humana, seguimos sufriendo a causa de los mismos problemas.
Yo estoy seguro que el Dios que hayamos elegido, el Dios de cualquier fe, no quiere para nosotros ni para el mundo esto. La fe es algo muy distinto. Y es que quizás y tal como expresaba el escritor y filósofo francés, Francois Marie Arouet, más conocido como Voltaire, unos de los principales representantes de la Ilustración y figura intelectual dominante de su época: “El fanatismo es un monstruo que osa decirse hijo de la religión”.
@marcosduranf