La mariguana: cambio de rumbo
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Todavía es difícil saber lo que sucederá con la lucha antidrogas o con los cárteles, porque conociendo a nuestro País podemos esperar lo peor
El ocho de noviembre del año pasado escribí aquí mismo un artículo favorable a la liberalización de la mariguana y no porque pensara que se trate de un producto inocuo sino porque el equilibrio de fuerzas estaba cambiando de manera evidente. Los estados de Colorado, Washington y otros más empezaron a legislar permitiendo el uso recreativo de la mariguana (además del medicinal, lo cual ni debería haberse discutido). Así que los norteamericanos, una vez más nos daban la espalda luego de que los latinoamericanos habíamos puesto los cuerpos de nuestros ciudadanos para las balas que ellos fabrican con el sórdido fin de que sus jóvenes se droguen. Entre Colombia y México reunimos, sin esquivar datos, no menos de 150 mil muertos. Ponerse de pronto a negociar con la droga de manera legal fue una ofensa gravísima para nuestros dos países, cosa que a los gringos les tiene sin cuidado.
Pero en el caso de Colorado, primero se instalaron granjas e invernaderos de mariguana, para luego someter en su Congreso la permisión de drogarse con droga hecha en casa. Nos descobijaron y todavía les seguimos cuidando sus intereses.
Finalmente llegó lo que tanto tardó. Nuestro Presidente informó a la Organización de Naciones Unidas que aceptaríamos los medicamentos extraídos de la “Cannabis Indica” y dejaríamos de criminalizar a los adictos además de elevar la cantidad permitida de mota de 5 a 38 gramos.
Eso fue lo que nuestro Ejecutivo declaró.
La pregunta que ahora me hago es ¿cómo obtener 38 gramos?, es decir ¿dónde se compra la mariguana?, además, ¿quién producirá esta hierba para ponerla en el mercado?, ¿hay que pedir permiso para ello?, y la semilla, ¿a quién se le puede pedir? No hay manera de averiguar lo mínimo (por ahora). Nada más falta que empiece a venderse en los supermercados gringos de la ciudad como “mariguana orgánica de Washington”.
La hipocresía estadounidense debería ser más conocida y de ella haber sacado conclusiones hace muchos años. No tenemos la capacidad y de esto no culpo a Peña Nieto porque el poderío americano es notorio y sus métodos no tienen límite. Es un país que requiere drogas para que sus jóvenes se droguen. En Vietnam el Ejército americano necesitaba que sus Boinas Verdes estuvieran bajo los efectos de estimulantes poderosos, de los que la mariguana era el menos nocivo. Un soldado drogado sería capaz de asesinar niños, mujeres y ancianos sin remordimiento alguno. Sabemos los resultados: 3 millones de muertos vietnamitas, 58 mil americanos (de éstos, un porcentaje importante eran latinos y otros negros; porcentaje que no corresponde al que ocupa su población en la estadística nacional).
Todavía es difícil saber o adivinar lo que sucederá con la lucha antidrogas o con los cárteles, porque conociendo a nuestro País podemos esperar lo peor, es decir, el cambio de los traficantes hacia otros nichos y otras víctimas. Aunque el ejército parece haber aprendido mucho en estos años y aunque están en la cárcel la mayoría de los grandes mafiosos, el crimen sigue como si nada. No puede uno negar a Rubén Moreira el cambio habido en Coahuila de la disminución o control de la criminalidad con respecto a los mandatos de Jorge Torres y Humberto Moreira, en los que el tráfico de drogas, los asesinatos, los secuestros, el uso de los recursos municipales, estatales y federales por los criminales (como las prisiones de Torreón y Piedras Negras a las que los narcos iban a dormir al cuidado de los policías) eran cosa común y corriente.
Coahuila sí cambió y no hay que ser mezquinos en reconocerlo. Otra cosa es que todavía no se haya castigado a los delincuentes, empezando por los de cuello blanco. Lo que escribí en noviembre fue que el narcotráfico no puede darse sin que participen al menos cuatro grupos: narcos, gobernantes, banqueros y empresarios. Sería fácil saber quiénes estuvieron en el ajo, si se quisiera.
Y acerca de la liberalización de la mariguana ya lo decíamos antes. Se veía venir. Era una noticia cantada. Faltaron oídos para oír. ¿Cosa de orgullo?, ¿correlación de fuerzas? Vea usted ¡qué lentos somos los mexicanos y quienes nos encabezan!… ¡Y qué despiadados los americanos!