La moderna locura materialista
COMPARTIR
TEMAS
En un Congreso de la Sociedad de Economistas del Muir College en la India, a la que fue invitado Mahatma Gandhi a dar una conferencia acerca del tema: “¿Se opone el progreso económico al progreso verdadero?”, inició su presentación disculpando a los organizadores de haberlo invitado ya que –confesaba con toda honestidad– que no sabía nada de economía, ni la había estudiado.
Sin embargo, aceptó reflexionar acerca de una pregunta tan importante –aún en nuestros días–, a tal grado que la mayoría piensa que el bienestar personal y nacional depende ante todo de la respuesta.
Cualquier ser pensante considera que el progreso económico es necesario para el bienestar social. Pero los economistas invitan a Gandhi, no por ser un experto en economía, sino por ser un líder de la paz, de la libertad social y personal, de la independencia política y sobre todo del verdadero humanismo. Le plantean un dilema profundamente existencial que provoca un debate, no una contradicción. Y así lo entiende Mahatma.
Su lucidez y profundidad humana no cae en la trampa de la oposición o la contradicción de “progreso económico o progreso verdadero”. Percibe la ambigüedad enmascarada en la frase “progreso verdadero” y se ha de haber preguntado: ¿qué entendemos por progreso? Y segundo, ¿qué entendemos por verdadero progreso?
Gandhi redefine el dilema desde otra perspectiva: “Por progreso económico doy por sentado que nos referimos al avance material ilimitado y que por progreso verdadero entendemos progreso moral o lo que es lo mismo, el progreso de los permanente en nosotros”. “Por lo tanto el tema puede ser definido así: ¿Aumenta el progreso moral en la misma proporción que el progreso material?”.
Su respuesta es no sólo una verdadera sino brillante exposición, cuyo argumento contundente lleva a los participantes economistas, de entonces y a nosotros sus lectores sin prejuicios, a la conclusión de que el progreso económico no conduce al progreso moral. “Me aventuro a pensar –afirma– que siempre intentamos responder al desarrollo moral, aunque nos centremos en responder al desarrollo económico”.
Añado para su consideración, mi estimado lector, algunas frases que brillan por su verdad: “En Sudáfrica observé que cuanto mayor era la riqueza, mayor era la depravación moral. No os preocupéis por el día de mañana”... es un precepto que encuentra eco en casi todas las escrituras religiosas del mundo… No debería haber desarrollado mi argumento… Si no creyera que en la medida en que nosotros hemos convertido la moderna locura materialista en nuestro objetivo, vamos retrocediendo en el camino del progreso”.
Este discurso fue pronunciado el 22 de diciembre de 1916. Y sigue siendo actual.