La muerte de dos grandes
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Estos últimos días ocurrieron muertes de mujeres maravillosas. La gran poeta nuevoleonesa Minerva Margarita Villarreal partió dejando un legado literario inconmensurable. Brillante y bella será recordada en el mundo de las letras por su manera de hacer poesía. Ella sabía de su necesidad de más vida para concluir sus proyectos. Su muerte nos duele a muchos y pronto se le organizarán merecidos homenajes.
Antes ocurrió otra muerte que devastó a los historiadores y cronistas mexicanos. La etnóloga Raquel Padilla de manera artera fue asesinada por el hombre en quien había depositado su amor, porque era una persona que la había enamorado por su cercanía con la tribu yaqui. Aun, en su nativa Sonora, nadie puede explicar la pérdida tan sensible de una voz plasmada en investigaciones históricas que animó la resignificación de la Nación Yaqui.
La doctora Raquel contaba con 52 años, su hijo menor –apenas un niño– presenció el ataque a su madre y buscó ayuda, pero el crimen estaba consumado. La producción de la también historiadora es de un gran valor. En su sepelio se presentaron danzantes yaquis y acudieron funcionarios del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH). La gobernadora Claudia Pavlovich presentó sus condolencias, pues Raquel había sido su compañera de estudios.
El lunes 18 de noviembre, aunque fue un día feriado, se organizó un importante homenaje para la académica sonorense en Vícam, uno de los pueblos yaquis situado en el municipio de Guaymas, aunque más cercano a Ciudad Obregón. Allí hicieron presencia un grupo de violinistas yaquis, todas ellas muy jóvenes, dirigidas por Charo, hombre mayor de la misma etnia, dedicado a la música tradicional y a quien Raquel Padilla le obsequiara una lavadora.
“Armonía Juvenil Yaqui” del Centro Holístico, que lidera el doctor Martín Villa, inició cantando un tema musical en lengua nativa. Posteriormente la economista Irma Laura Murillo ofreció una conferencia sobre violencia de género apoyándose en estadísticas.
Me conmovieron mucho las palabras que fueron compartiendo los cronistas municipales presentes, amigos de Padilla, porque ella había sido solidaria con sus conocimientos y porque había sido su maestra.
Carlos Valenzuela, cronista del “Rancho Sapo”, dijo en un lenguaje poético que había sido fácil y fuerte caminar al lado de ella porque constantemente le dio flores a la vida, cito: “porque vino a marcarnos camino, porque gritó sin miedo ante la exclusión de los yaquis”.
Cristina Murrieta, descendiente de la tribu Ópata, dijo con intensidad que Raquel había sido la primera persona que actuó en su defensa y habló a su favor en el tiempo en que fue una aguerrida diputada local que pretendía establecer la Comisión de Asuntos Indígenas, lo que finalmente logró. Hubo otras sentidas participaciones como la de Pamela Corella.
“Seres irredentos” fue un libro que despertó nuevas investigaciones y que escribió Raquel Padilla durante un año estando hospedada en la casa del respetable yaqui Silverio Jaime León. Cuando este hombre habló en el homenaje no pudo evitar el llanto pues recordó algo que su mamá dijo cuando la etnóloga les pidió acompañarla a Masocoa, lugar en el que se masacró a miles de yaquis. Doña Petra León comentó que allí se escuchaban aún los lamentos de sus ancestros y el sonido de la guerra. Esto inspiró un documental.
Raquel Padilla se dedicó a la historia de la deportación Yaqui. Minerva Margarita Villarreal construyó una poesía profunda y de un feminismo puro; ambas excepcionales mujeres ya no están entre nosotros, pero se elevan como ejemplos vivos para la posteridad.