La muerte de la curiosidad
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¿Debe el periodismo tomar partido ideológico; debe el periodismo crítico, libre y plural, apostar por algo o alguien en especial? En pocas palabras, ¿debe un periodista tomar partido? No tengo dudas, absolutamente sí. Seamos francos, no hay periodismo objetivo. O al menos, este escritor practica un sólo periodismo, el subjetivo. ¿En cuántos periódicos en el País hay mucha militancia y poca información? En no pocos. Algunos apuestan a la derecha católica, de golpe de pecho y rosario “bendito” en el retrovisor del auto nuevo. Otros, apuestan a una izquierda brava y trasnochada (hoy Morena en el poder). Otros más se identifican con el poder en turno: sea éste de izquierda o de derecha, da igual; importan los contratos publicitarios y nómina, no la práctica del mejor oficio del mundo, según san Gabriel García Márquez.
¿Debe el periodista tomar partido, debe el periodismo ser parcial? Absolutamente sí. El periodismo debe jugar siempre en un equipo: en el de los desprotegidos, en las filas de la sociedad siempre necesitada. El periodismo debe darles voz y privilegiar a aquellos que no tienen tribuna para alzar su voz. ¿Es entonces un periodismo militante? Tal vez sí. Pero esta y no otra forma es mi única manera de entender el oficio que amo: el periodismo desde el lado de los jodidos. Estrato al que pertenezco. Y lo escribo sin ningún problema de rencor social. Yo pertenezco a la clase social de esos que saben leer y les funciona una neurona al menos. Leo para no olvidar. Escribo para dejar testimonio de mis ideas. Escribo en letra redonda para que esto jamás se olvide, si algo de valor puede tener.
Y al parecer, su servidor, como muchos otros escritores y periodistas, estamos en vías de extinción. Los jóvenes, miles, millones de ellos, sólo vegetan en sus redes sociales, son en ocasiones “activistas de sofá” y se han convertido en la “generación sin lenguaje” y sólo se comunican a través de “emoticones”. No estoy solo al escribir desde hace lustros a la fecha, aunque a últimas fechas lo hago muy seguido. Por algo insisto en un punto clave para mí y olvidado por las autoridades gubernamentales a propósito: cultura. Necesitamos y debemos obligar a los muchachos a leer, estudiar, obligarlos a concentrase. Hace días al preguntarle, en esa forma de comunicación instantánea llamada Twitter, al ibérico deslenguado de Arturo Pérez-Reverte de la pobre situación de España y al espetarle “¿En qué nos hemos equivocado?”. Reverte responde: “Insisto, en la cultura, en la educación. Hemos creado generaciones de españoles sin memoria histórica real, sin los conocimientos básicos que hace que el hombre sea libre intelectualmente”. Donde dice “españoles” diga, usted mexicanos y es lo mismo.
ESQUINA-BAJAN
Pero esta ausencia de vocación crítica y de lectura por parte de miles y millones de chavos llamados a sí mismos “millennials”, lo que eso signifique, es el vivo y triste retrato en México, en España, en Argentina, en Honduras, en Uruguay
es copia y réplica en todo el mundo. Hace semanas, el maestro y escritor Armando Oviedo Romero me compartió una carta, dolorosa carta de un periodista y académico uruguayo, Leonardo Haberkorn. Prófugo de las novedades de Internet como lo soy yo, el maestro Oviedo me envió la carta y todo lo que se publicó en su momento desatado por esas letras. Es decir, esta carta conmovió en su momento al mundo académico de Uruguay y rueda rodando, le dio la vuelta al mundo. En ella, el periodista académico Haberkorn renuncia a seguir dictando cátedra de periodismo en la Universidad ORT de Montevideo, Uruguay.
¿Por qué renunció? Lea usted mismo: “Me cansé de pelearle a los celulares, el WhatsApp y el Facebook”. En su carta puntillosa y harto dolorosa, hay fragmentos devastadores y son un retrato de lo que pasa hoy en el mundo. Escribió el maestro: “Me cansé de estar hablando de asuntos que a mí me apasionan ante muchachos que no pueden despegar la vista de un teléfono que no cesa de recibir selfies
Además, cada vez es más difícil explicar cómo funciona el periodismo ante gente que no lo consume ni le ve sentido a estar informado”. Este es hoy el triste retrato de una sociedad de rumiantes: las vacas no miran al cielo. Los cerdos menos. Entregados a los placeres triviales y solitarios de una pantalla plana e “inteligente”, los jóvenes se marchitan en su mutismo adolorido.
Y claro, al no estar informados, ni leer ni preparase, los jóvenes son tierra fértil para arar en ellos. Son tabla rasa en sus pequeñas y simples mentes. Apunta Arturo Pérez-Reverte en su twitt cibernético: “Esa orfandad nos pone en manos de los canallas y los populistas y me temo que el futuro no es muy halagüeño”. Y populistas ya hay muchos, cientos, miles en este País de chocolate llamado México. Dijo el excrucificado de Andrés Manuel López Obrador, debemos de “acostúmbranos” a las encuestas. “Consultas populares” fraudulentas, de cuatro días, caricaturescas y nada confiables. Encuestas tendenciosas sin control de calidad alguno.
En su carta de despedida, el profesor y periodista Leonardo Haberkorn escribió: “Conectar a gente tan desinformada con el periodismo es complicado
Que la incultura, el desinterés y la ajenidad no les nacieron solos. Que les fueron matando la curiosidad”.
LETRAS MINÚSCULAS
La muerte de la curiosidad. En tierra de ciegos, AMLO y sus “encuestas” son reyes de la ignorancia.
Jesús R. Cedillo