La política y la innovación
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¿Sabía que de acuerdo al Foro Económico Mundial, el 65 por ciento de los niños que el día de hoy cursan la educación primaria trabajarán en empleos que aún no existen? ¿Que de 50 años a la fecha la esperanza de vida de las empresas se ha reducido hasta alcanzar un tercio de su esperanza de vida inicial? Desde hace varios años algunos sectores de la sociedad han centrado su atención en los avances tecnológicos –la cuarta revolución industrial– que están transformando nuestra sociedad.
Frecuentemente se organizan eventos y reuniones sobre innovación donde asisten académicos, intelectuales y empresarios. Sin embargo, llama mi atención la ausencia de líderes políticos y administradores públicos en estos eventos. ¿Será acaso que la política es ajena a todos los cambios sociales a los que nos está llevando esta revolución industrial? ¿Será posible pensar que todo cambia excepto la política? Es difícil imaginar que la revolución tecnológica que vivimos hoy en día no impacte en el sector público y, sin embargo, entre la clase política no se promueven las discusiones visionarias sobre el futuro, que permitan trazar el rumbo de nuestras instituciones.
No obstante, no todo es pesimismo. La revolución tecnológica abrió la puerta de la transparencia y del acceso a la información como nunca antes se había logrado. Esto ha permitido que surjan nuevas formas de gobierno que buscan el cambio en las instituciones a través del escrutinio público. Tal es el caso de los ejercicios de Gobierno Abierto que se realizan en México. El objetivo de estos ejercicios es muy claro: contribuir al fortalecimiento de una buena gobernanza en México a partir de prácticas de Gobierno Abierto desde contextos locales. Surge entonces una pregunta: ¿para qué necesitamos ejercicios como Gobierno Abierto?
La razón es más compleja de lo que parece; necesitamos espacios efectivos e innovadores en donde se promuevan el diálogo y la cocreación entre servidores públicos y ciudadanos, espacios a través de los cuales sea posible dar una voz a las propuestas de los ciudadanos dentro de las instituciones. Pero para que estos espacios sean efectivos debemos tomar la responsabilidad que tenemos como ciudadanos de tiempo completo. Vivir nuestra ciudadanía implica, además de exigir un buen gobierno, tomar acciones para involucrarnos y contribuir a su transformación. Es evidente que nuestros gobiernos no han tenido la capacidad de solucionar todos nuestros problemas por sí solos; hagamos un alto y reflexionemos: si queremos una transformación real debemos tomar acciones para lograrla. Los ejercicios de gobernanza como Gobierno Abierto están creando las bases para nuevos espacios de diálogo y nuevas formas de hacer política. Nos corresponde a los ciudadanos democratizar estos espacios y ejercer desde ahí nuestra libertad.
Aún queda mucho trabajo por consolidar cuando hablamos de estos nuevos ejercicios de gobernanza. Por una parte, los ciudadanos tenemos que continuar exigiendo un gobierno más transparente, así como más y mejores espacios de incidencia política. Por otra parte, los funcionarios tienen que abrirse aún más al escrutinio social y promover la creación de mecanismos de transparencia proactiva. Sin embargo, lo que más debe ocuparnos, tanto a funcionarios como a ciudadanos, es la reflexión en torno a nuestro papel como agentes de cambio en la sociedad. Así como continuamente hablamos de cómo la revolución tecnológica de nuestros días está cambiando nuestra sociedad es necesario que repensemos cómo podemos innovar y transformar a las instituciones. Porque no importa cuántos nuevos espacios de participación se pongan a disposición del ciudadano, ni la cantidad de información pública de la que se disponga, debemos estar dispuestos a iniciar con una transformación personal que nos invite a participar de la política, y hacer de ella un espacio de innovación ciudadana.
Emmanuel Aguilar Burgoa
Integrante del Programa de Agentes de Cambio Local para el Desarrollo Sostenible PNUD México