La sabandija y el pez gordo
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Aunque suena como título de fábula, no es necesariamente mi intención escribir una en este espacio, aunque tal vez al final de estas líneas acabemos con la sensación de haber leído una fábula trágica.
A finales del Siglo 19 y principios del 20, México vivía en la zozobra e incertidumbre acerca de su futuro. Prácticamente un estado fallido, dividido, o más bien desgarrado, entre conservadores y liberales saturados de oportunistas y agitadores. Todos aseguraban tener la verdad y las escenas parecían más bien las de un circo itinerante, donde unos tragaban fuego y otros hacían ilusiones mientras los ciudadanos estaban convertidos en zombis, carne de cañón para quienes detentaban el poder, de manera oficial o de facto. El resultado de tantos grupos jalando la cobija para su propio lado fue una guerra civil, una revolución que duraría más de una década y de la cual surgió otra camada de supuestos héroes que fundaron las bases de un sistema que ha probado, claramente, ser insuficiente y que simplemente legalizó y formalizó la cleptocracia de unos cuantos y la filosofía del superpartido resumida en “el que no tranza, no avanza”.
Cien años después seguimos como el hámster dentro de su jaula, feliz corriendo en su rueda. No parecemos aprender mucho. Estamos repitiendo lo mismo y sin llegar verdaderamente a ningún lado. Las muestras de inconformidad o de oposición a tal o cual partido o gobernante son, por lo general, directamente proporcionales a qué tan lejos alguien está del presupuesto, qué tan incómodo alguien se siente con los cambios y qué tan maleable es el cerebro del ciudadano ante la avalancha de información que busca mentes flojas y poco informadas. No pasamos de una minimanifestación vestidos de blanco, de negro, o de cualquier color, ahora movidos no tanto por ideales sino por la campaña mediática de moda. Estamos los ciudadanos comunes entre los nuevos, llenos de buenas intenciones y pocos planes serios, que nos dicen que todo lo de antes es malo; y los de antes, convencidos más que nunca de que los de ahora son el peligro para México que nos han venido vendiendo por más de una década.
Esta semana, Yeidckol Polevnsky, lideresa nacional del partido Morena, quien entre otros detalles parece admirar el régimen de Maduro en Venezuela, denunció a la opinión pública que su propio partido sufre “la infiltración de muchas sabandijas”, así sin nombres ni detalles. Difícil saber qué tipo de personaje califica en la definición de “sabandija”, pero da la impresión que a nadie sorprende que la política en México está dominada no sólo por sabandijas (reptil o insecto pequeño que es molesto o desagradable), sino por peces gordos que se han paseado por décadas como si nada y sin importar el color de la autoridad en el poder. Lo hicieron antes y durante el “cambio de Fox”, lo hicieron con Calderón y Peña y se siguen paseando en la 4T de López Obrador, dada la aparente absolución plenaria otorgada por el Presidente. Mientras, los ciudadanos de a pie estamos en medio de sabandijas y peces gordos que se pelean el poder, y el crimen organizado (más que el Gobierno) de todos calibres que no da tregua. No hay autoridad que cumpla y haga cumplir la ley en la pecera. Si la señora Yeidckol, que comanda el partido más poderoso en los últimos 30 años, no sabe cómo limpiar su casa de sabandijas, ¿qué podemos esperar que ella y los suyos hagan por limpiar nuestras ciudades de tanta sabandija, pez gordo y criminal? ¿Están claudicando y reconociendo su incapacidad de ser Gobierno? Si es así, que lo digan abiertamente y sin rodeos y reconozcan que 100 años después de tener un país roto repetimos la historia, buscando caudillos que sólo servirán de material para rotonda.
@josedenigris
josedenigris@yahoo.com