‘La sana distancia en Coahuila’ frente al coronavirus y la corrupción
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Paradójico, llegando a la burla la sana distancia política es imposible en esta tierra sumisa de Coahuila, el ejemplo permea.
Reza el Quijote: “Quien bien tiene y mal escoge, del mal que le viene no se enoje”. Hoy los coahuilenses sufren los estragos de una elección espuria y entregada en estos desastrosos tiempos del coronavirus, y aquí las evidencias:
EVIDENCIA PRIMERA. Las instituciones del estado están ocupadas por satélites de la docena trágica de la mafia moreiriana; a donde voltee hay emisarios que atienden las indicaciones del exdictador y hacen a un lado al encargado de negocios de la empresa política denominada Moreira Inc & Bro.
Ayer Gabriela de León, la que desnudó su alma entreguista y sumisa, declaraba por orden del diputado de mentiritas que no había elementos para posponer las elecciones de diputados, debido a que al PRI le urgía sorprender al electorado pensante y poder usar a sus zombis migajeros. Hasta que fue detenida por el INE y se le indicó que no se manda sola.
Aun cuando las elecciones intermedias parecerían no ser del interés de los partidos de oposición verdadera, la manera burda en la que Riquelme quería imponer a sus impopulares candidatos, cuyos méritos se basan en el monto de su lisonja, fue prácticamente bloqueada por la autoridad federal y evidentemente este nuevo tiempo afecta los intereses de los que mandan verdaderamente en el estado (no el gerentito este, sino el monstruo fachoso y de papel), cuya enfermedad de poder no cesa y es generacional.
EVIDENCIA SEGUNDA. La reacción ante el coronavirus por parte de la gerencia de Coahuila es instintiva y sin estrategia, están rebasados y asustados los medicuchos que administran la salud de los ciudadanos, y me refiero no a aquellos que atienden a los pacientes, sino a los que desde sus oficinas administrativas están detrás de los escritorios muertos de miedo ante su incapacidad e ineficiencia.
Primero escondiendo las cifras de los infectados y después, ante lo inminente de sus mentiras, atreviéndose a culpar a las instancias federales de la infección, cuando las únicas unidades preparadas (aunque mal) son los hospitales del IMSS o de la Secretaría de Salud.
Sin respiradores suficientes y ausencia de experiencia epidemiológica queda en evidencia que no es lo mismo dedicarse a la estadística y aplastar sentaderas, que atender las urgencias y la prevención.
Los hospitales de Coahuila son fachadas que dan lástima y coraje por las triquiñuelas que fueron cometidas con las cuentas de su construcción, y lo peor es que no tienen la infraestructura necesaria ni medicamentos.
EVIDENCIA TERCERA. Desde el “ya chole” hasta el “tan-tan y ya” de la pareja diabólica que aterró a Coahuila, la deuda pública es una condena que afecta de sobremanera a los coahuilenses y ahora en su salud.
Riquelme, y su complicidad ante la falta de sana distancia, es responsable de lo que acontezca en esta epidemia, en razón de que fue omiso en oponerse a seguir pagando la deuda de Coahuila y asumir una actitud valiente y firme de suspender los pagos de la misma, basado en los mismos conceptos legales que establece el parche que los mismos Moreira colocaron en la ley de deuda pública.
Nueve millones de pesos son pagados en forma diaria por concepto de intereses de la misma, 270 millones de pesos al mes. ¿Cuántos respiradores se pueden comprar con esta cantidad? ¿Cuantos medicamentos, camas, instrumentos, medicinas, renta de casetas o estructuras que sirvan de hospital ambulatorio? Sin embargo, como siempre, la actitud de Riquelme es agachona y amafiada.
Usted, Riquelme, es responsable de la salud pública de los coahuilenses a quienes juró y protestó proteger.
Qué espera para suspender esos pagos y aplicarlos en la salud del coahuilense o, en resumen, ¿cuántos muertos más está esperando?
Y nosotros, como coahuilenses sumisos y zombis, ¿qué estamos esperando para actuar y exigir? La condena es de Víctor Hugo: “Entre un gobierno que lo hace mal y un pueblo que lo consiente, hay una cierta complicidad vergonzosa”.