La simulación
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La palabra simulación proviene de la unión de una palabra y un sufijo en latín. Similis significa parecido o similar y el sufijo “ion” es equivalente a efecto o acción. Es decir, cuando hablamos de simulación nos estamos refiriendo a que alguien hace algo parecido o similar a otra cosa, generalmente la verdadera o real. Existen, por ejemplo, medicamentos “similares” vendidos en farmacias del mismo nombre. No son originales, pero se supone (quiero pensar) que hacen lo mismo o casi lo mismo que los originales.
Justo antes de ponerme a escribir esta columna, un amigo americano me mandó por mensaje de texto una nota de la Agencia Francesa de Prensa (AFP) que hablaba de cómo la lucha libre de “personas pequeñas” ha tomado popularidad en México, al grado de que algunos de estos luchadores de corta estatura son considerados estrellas y hasta ídolos. No sé cómo mi amigo dio con esta nota y si su interés en ir a la Arena México conmigo a ver una de estas luchas es genuino, pero mi respuesta inmediata a su mensaje de texto fue que en México lo más serio es la lucha libre, incluso la lucha libre donde las estrellas son Microman o el Gallito que miden escaso metro y medio.
Mi comentario de que la lucha libre es lo más serio que hay en México es algo que por años se ha dicho en México, como una forma de autocriticarnos por la falta de seriedad que aqueja muchos ámbitos de la vida del mexicano. Crecí en un País donde un presidente en los 80 simulaba defender la moneda nacional como un perro; donde el jefe de policía de la capital simulaba hacer el bien, cargado de condecoraciones, mientras él y sus compinches saqueaban el presupuesto y cometían actos ilegales; en un País donde el policía desaparecía cuando se cometía un crimen frente a sus ojos; en un País donde cada informe presidencial estaba cargado de cifras y datos que no aguantaban un análisis o revisión ligera; me tocó ver cómo dos gobernadores distintos inauguraban la misma carretera; ver que cuando el Presidente de la República visitaba mi ciudad repentinamente las cuadrillas de limpieza aparecían para asegurarse que las calles por donde pasaría “su majestad” lucieran impecables; atestigüé cómo toda la ciudad sabía que ese avión que sobrevolaba de noche y sin luces la región cargaba contrabando.
Y esta semana confirmé, una vez más, todo lo que por varias décadas he percibido acerca de la impartición de justicia y de las supuestas cruzadas por la legalidad que nuestros gobernantes dicen que existen. Simularon un proceso de captura y juicio a uno de tantos exgobernadores que merecen todo el peso de la ley. El veracruzano Duarte, que malversó miles de millones de pesos, incluyendo algunos que su esposa gasta en Londres, y que se atrevió a administrar una simulación de tratamiento anticáncer a niños enfermos, fue apresado el año pasado y esta semana se le dictó una sentencia que parece más bien una burla a la inteligencia de los mexicanos. El gobierno saliente simula impartir justicia, mientras el entrante simula no enterarse y no tener competencia o influencia alguna en exigir verdadera justicia.
La simulación permanente que nos rodea es uno de los incentivos más perversos que prohíben al País establecer bases sólidas para un verdadero estado de derecho que a su vez genere confianza, inversión, crecimiento y progreso para las mayorías. Me pregunto cómo creen que nos sentimos los ciudadanos cuando nuestras autoridades, en los tres poderes de la unión, hacen como que hacen y nos tratan como idiotas. Tal vez Microman pueda ser más auténtico y simular menos que nuestras autoridades.
@josedenigris
josedenigris@yahoo.com