La solidaridad planetaria requiere un plan concreto
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Se requiere el reconocimiento de una autoridad global capaz de articular los esfuerzos de todo el mundo para presentar un solo frente ante la pandemia
El presidente Andrés Manuel López Obrador reveló ayer que nuestro país ha “cedido” una porción (no especificada) de las vacunas contra el COVID-19 que adquirió al consorcio Pfizer-BioNTech con el propósito de contribuir a que se incremente la disponibilidad de esta para países “más pobres” cuya identidad tampoco precisó.
La “cesión” no implica, de acuerdo con lo explicado, que las vacunas adquiridas por México vayan a ser entregadas a otras naciones, sino que el plan de entregas originalmente pactado se retrasaría. Lo anterior, de acuerdo con el mandatario, constituye una muestra de solidaridad con otras naciones y es una decisión adoptada a pedido de la ONU.
“La Organización de las Naciones Unidas le ha pedido a Pfizer que baje sus entregas a países con contrato, como los países europeos, el nuestro, para que se disponga de una cantidad de vacunas y no haya acaparamiento…
Nosotros estuvimos de acuerdo con eso, y luego que nos la repongan”, dijo el Presidente. De acuerdo con López Obrador, la menor disponibilidad en México de vacunas de Pfizer-BioNTech no afectará el plan nacional de vacunación porque “ya se están buscando otras vacunas”, como la de CanSinoBIO o la desarrollada por AstraZeneca y la Universidad de Oxford.
La decisión adoptada por el Gobierno de la República pone sobre la mesa la necesidad de discutir de forma profunda el problema que representa la desigualdad social no solamente dentro de cada país, sino entre países.
En efecto, el pasado 15 de enero el secretario General de la ONU, António Guterres, señaló la preocupante ausencia de la solidaridad internacional que, en el caso del combate a la pandemia, se traduce en el hecho de que los países más ricos han adquirido vacunas incluso por encima de sus propias necesidades, lo cual implica ulteriormente que los países más pobres no puedan comprar ni una sola dosis.
Dado que estamos hablando de un problema de carácter planetario parece lógico que pensemos en una solución planetaria. Y en el caso de las vacunas se antoja deseable la confección de un plan universal de vacunación que ayude a salvar vidas de forma democrática, es decir, otorgándole a cada ser humano la misma posibilidad de ser inoculado.
Pero para lograr eso no basta la solidaridad aislada de algunas naciones del mundo, o la filantropía de algunos millonarios.
Se requiere el reconocimiento de una autoridad global capaz de articular los esfuerzos de todo el mundo para presentar un solo frente ante la pandemia.
Por desgracia eso no va a ocurrir y por ello, aunque gestos como el del Gobierno mexicano –que es, en esencia, un gesto del pueblo de México en su conjunto– deben ser reconocidos y alentarse el que sean imitados, es poco probable que eso cambie el saldo que dejará esta crisis sanitaria a nivel global.
Valdrá la pena al menos que el tema no se convierta, a nivel doméstico, en combustible para otra de las muchas discusiones bizantinas a las cuales suelen entregarse nuestros políticos y cuyo único afán es el de llevar agua a su molino electoral.