La toma de decisiones de los políticos en tiempos de coronavirus
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El sol tísico no alcanza a calentar a nadie. El pánico en el rostro, la mirada perdida, los ojos hinchados. ¿Cómo le ha ido a usted señor lector, con la alerta del virus chino de laboratorio? Psicosis. Toma de decisiones apresurada y bajo al catalejo del miedo, el miedo desbocado. ¿Están haciendo bien las autoridades en prohibir absolutamente todo, para evitar contagios? Usted tendrá su mejor opinión. Aquí en la comarca y gradualmente, se fue escalando en toma de decisiones. Eso ha sido bueno a mi juicio. Miguel Ángel Riquelme (gobernador) y Manolo Jiménez (alcalde de Saltillo), Chema Morales (alcalde de Ramos Arizpe) lo han hecho responsablemente.
Con su toma de decisiones no se entró tanto en la dinámica del pánico y terror de la ciudadanía que se ha manifestado en otros lugares. Eso de cerrar, aislar a toda una ciudad por 15 días (Laredo, Texas), un Estado (Jalisco, por cinco días) ha sido algo bizarro, a mi juicio, una medida draconiana. Pero en fin, así está todo el mundo hoy. A días de la alerta y prohibiciones manifiestas, el tedio es sinónimo de vida. Se aburre todo mundo en su casa para salvar la vida. En fin, tiempos inéditos en este mundo donde usted y yo tenemos poco qué ver. Dominan las grandes corporaciones, los grandes capitales son los dueños del mundo y usted y yo somos sólo un dígito.
Hay muchas aristas por explorar de esta pandemia que para mí, es insignificante. La verdad ni me va me viene. Yo sigo haciendo mi vida normal (hasta donde se puede). Pero no deja ser manifiesto el pánico, el terror, el miedo en los seres humanos los cuales observo en la calle (pocos en verdad). Es el sentimiento primigenio por antonomasia: el miedo. El miedo a los poderes naturales ingobernables (la oscuridad, la tormenta, el fuego en el bosque), ha dado paso al miedo y terror en las grandes ciudades, el poder de la economía desbocada; el pavor ante el poder omnímodo de las autoridades políticas y sus actores (Donald Trump, Vladimir Putin, Nicolás Maduro, Andrés Manuel López Obrador…). El miedo a un contagio, a una enfermedad perniciosa y letal: el coronavirus chino.
Nuestros miedos hoy es el habitar las grandes ciudades, saber que somos un triste y pequeño engranaje sujeto a los vaivenes del mercado y de la salud, el cual nos puede desechar en cualquier momento. Decía Juan Benet que para él, la literatura inició con un niño perdido en la calle. Le doy la razón. Claro. La metáfora es poderosa. Su anécdota es bíblica. Es precisamente el niño Jesús separado de la mano de sus padres en Jerusalén (Lucas 2:41-52). Un niño perdido en la ciudad (Jesús en la ciudad de Jerusalén, predicando y a la vez escuchando), desata el miedo y todo tipo de preguntas. Preguntas las cuales nos llevan a deletrear la literatura. G. Ferrero afirmaba el tópico de las grande civilizaciones son producto de una larga lucha contra el miedo. Y el miedo no pocas veces es el temor “imaginario”, el miedo a lo invisible, el miedo al “otro”, a lo que no conocemos ni podemos sujetar en un concepto.
ESQUINA-BAJAN
Es el hálito en el poema de Konstantinos Kavafis: el miedo a los “bárbaros” los cuales jamás llegan. La civilización es producto de sus miedos. Nuestro amado Michel de Montaigne en 1580 y con motivo de uno de sus pocos viajes, lo avistó cuando fue a Augsburgo (Alemania). Tuvo que franquear tres/cuatro puertas (foso, puente levadizo, barrera de hierro) que defendían aquella ciudad, la cual sí, tenía miedo a los turcos. Hoy se le tiene miedo a un virus chino de buena cepa y estirpe. Ha hechos estragos en países que se lo tomaron a la ligera (como yo, pues. Para mi fortuna, yo influyo ni tengo un Reino bajo mi férula). ¿Usted, estimado lector, es de los hombres y mujeres los cuales esconden sus terrores y sus miedos? Usted es de esos a los cuales definimos como valientes. ¿Es malo tener miedo?
¿Usted cómo fue educado? ¿Negando o enfrentando sus miedos? Y en todo, en todo aflora la condición de género. No señor lector, las mujeres y los hombres no somos iguales. Nunca lo seremos. Una aterciopelada Ley, políticamente correcta, por decreto, no va a otorgarle a las mujeres de un día a otro esa valentía que está presente en la vida diaria y en la literatura… escrita por varones. Ya en 1508, en ese libro leído y glosado hasta el hartazgo por don Miguel de Cervantes Saavedra, “Amadís de Gaula”, se decía que éste “hacía temblar a los animales salvajes más temibles.” Pero el miedo es tan real, como la terrible contingencia que trae al mundo de cabeza. Le decía líneas atrás de varias aristas de decenas, que ha desatado este pánico a morir por gripe. Le cuento rápidamente de un punto.
En el centro de Saltillo hay una cantina de poca monta a la cual enderezo mis pasos periódicamente. Es decir, una vez cada quince días, por lo general. Llego, me apoltrono en una de sus mesas y sillas y pido mi “Negra Modelo” y un vaso. Solo eso. Bebo algunas tres o cuatro. Escucho música la cual jamás pondría yo en mi aparato de sonido en mi casa (reggaetón, banda, norteño style, etcétera) y trato de no poner a funcionar mis neuronas. Sólo me la paso lo más disipado posible. Hay una mesera veinteañera y diligente la cual me atiende my bien. Un día platicando con ella, me dijo de la penuria de su vida: vive en zona de guerra, en la Mirasierra. Su casa tiene una cocina y dos recámaras. Un solo baño. ¿Sabe usted cuántos humanos viven en estas dos recámaras? Nueve seres humanos. No es broma. Incluyendo el nuevo miembro de la familia: el esposo de la hermana de 22 años. Puf. Nueve humanos confinados en su casita de juguete por el virus chino. ¿Esto es vida? E imagino, ya padeciendo hambre…
LETRAS MINÚSCULAS
¿Sabe usted cuánto es la vida útil de un tapabocas? Cinco horas. Y lo debe de usar el enfermo, no el que tiene salud. En fin, Internet apendeja. Voy a la taberna si usted gusta…