La tortura de pertenecer a la realeza
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“Ser un “royal” es sinónimo de vivir completamente de las apariencias y encerrado en la jaula de oro que representan los palacios.”
1.- Ser parte de una familia real y ostentar algún título como rey, príncipe, duque, marqués o conde no solamente puede parecer anacrónico, también es garantía de muchos inconvenientes en este mundo actual. La única persona en todo el planeta que parece llevar bien el título y tener el control total de la situación es la reina Isabel II del Reino Unido. Evidentemente, esto tiene mucho que ver con que ella es de otro tiempo y que sirve de enlace viviente entre el presente y la época de la Segunda Guerra Mundial.
2.- Sin embargo estoy seguro que, cuando ella haya dejado de existir, las cosas cambiarán enormemente en cuanto a las monarquías se refiere. El príncipe heredero a la corona británica, Carlos de Gales, no tiene el carisma de su madre y además es ya muy viejo como para conquistar a las nuevas generaciones. Él es, de hecho, el Príncipe de Gales que más años ha esperado por el trono en toda la historia entera de la corona inglesa. Debe ser terrible haber vivido ya 71 años “en pausa”, esperando a que por fin inicie su vida como monarca.
3.- Ahora bien, si nacer en la familia real tiene sus desventajas, ser un plebeyo y de pronto contraer matrimonio con uno de ellos, debe ser mucho peor. Sobre todo porque implica renunciar a la vida anterior, a las costumbres que uno tenía, a los lazos con la familia de origen e incluso a la libertad. Ser un “royal” es sinónimo de vivir completamente de las apariencias y encerrado en la jaula de oro que representan los palacios y las villas campestres donde habitan. En los primeros meses, quizá sea divertido. Después de unos años, debe ser la muerte en vida.
4.- Para todos aquellos que ya están pegando el grito en el cielo y asegurando aquello de “yo podría perfectamente adaptarme a esa vida porque nací para ser un príncipe”, me permito poner ejemplos muy concretos. Si bien la princesa Diana ya era una aristócrata antes de casarse con Carlos de Gales, al unirse a la Familia Real inglesa, prácticamente perdió la razón y terminó su vida muchas décadas antes de lo que se esperaba. Desde el mismo día de su boda sufrió ataques de pánico y entendió que se había metido en una trampa mortal. Literalmente.
5.- Otro ejemplo de lo descorazonador y triste que suele ser vivir con un título nobiliario a cuestas, fue la terrible noticia que surgió hace cuatro días, exactamente en Navidad, el 25 de diciembre. Ari Behn, famoso escritor danés y ex esposo de Martha Luisa, princesa de Noruega, se quitó la vida a los 47 años de edad. Los reyes Harald V y Sonia, sus ex suegros, dijeron en comunicado: “Con gran tristeza...hemos recibido el mensaje del fallecimiento de Ari Behn….ha sido una parte importante de nuestra familia durante muchos años...tenemos recuerdos cálidos y afectuosos de él. Estamos agradecidos de haberlo conocido.”
6.- Por su parte la princesa Martha Luisa, con quien Ari Behn tuvo tres hijas y que ocupan el quinto, sexto y séptimo lugar en la línea de sucesión al trono, optó por guardar silencio en los días siguientes a la trágica noticia. La verdad es que Behn era una figura popular en Noruega y su desaparición causó gran conmoción en aquel país. Analizando la situación completa, resulta claro que Ari Behn jamás se adaptó por completo a la vida de la corte. Incluso él y Martha Luisa intentaron llevar una vida normal, como cualquier pareja joven, pero no les funcionó en lo absoluto.
7.- Algunos pondrán como ejemplo de que sí se puede ser plebeyo y adaptarse a la vida de las familias reales a Letizia de España. Pero la verdad es que ella siempre luce tensa. Es evidente que pretende tener el control total de su entorno pero lo único que logra es enfrentarse con todos, incluyendo Sofía, la reina emérita. Además, ninguno de los royals europeos lleva amistad con Letizia a pesar de que ella es la mismísima reina consorte de España. ¿Mi pronóstico? Antes de 2050 todas las monarquías del mundo habrán desaparecido.
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