Lanzar alertas: ¿cuál es la utilidad?
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Uno de los fenómenos que distinguen a la capital coahuilense -de manera infausta- es el relativo a la alta incidencia de casos de suicidio. Por décadas este fenómeno ha ocupado a los especialistas de múltiples disciplinas y preocupado a la sociedad saltillense debido al misterio que envuelve sus causas profundas.
Desde múltiples trincheras, y con mayor o menor seriedad y rigor metodológico, el fenómeno ha sido estudiado con el propósito de averiguar por qué las personas -de todos los estratos sociales y prácticamente de todas las edades- deciden un día dejar de vivir.
La razón fundamental por la cual la incidencia de suicidios constituye un motivo de intranquilidad es obvia: los seres humanos -al igual que todos los seres vivos- estamos compelidos hacia la vida de forma instintiva. Vivir es el impulso fundamental que nos caracteriza y por ello resulta incomprensible que alguien decida caminar en la dirección contraria.
Por otra parte, la pérdida de una vida humana -la que sea- constituye siempre una tragedia que de forma natural nos sentimos impulsados a evitar, o al menos a intentar evitar.
Esto último es particularmente cierto cuando las vidas que se pierden son las de niños y adolescentes, quienes constituyen uno de los grupos de edad con mayor incidencia en casos de suicidio.
Debido a eso, todos los esfuerzos encaminados a descifrar el misterio constituyen una luz de esperanza en torno a la idea de evitar que los proyectos de vida de quienes apenas comienzan a conocer el mundo se vean truncados debido a la pérdida del instinto de supervivencia.
Parece necesario, sin embargo, que los esfuerzos realizados en este sentido tengan un hilo conductor con solidez metodológica y rigor científico, pues de esta forma puede garantizarse mejor que lleguemos al destino buscado.
El comentario viene al caso a propósito del reporte que publicamos en esta edición, relativo a los resultados de un estudio realizado en escuelas secundarias de Saltillo y que ha revelado una alta incidencia, entre adolescentes, del fenómeno denominado “cutting” y que consiste en que los jóvenes se produzcan heridas a sí mismos.
De acuerdo con la directora de la Escuela de Psicología de la Universidad Autónoma de Coahuila, el “cutting” sería un fenómeno previo al suicidio y por ello debe generarnos alerta el que se presenten casos de este tipo de conducta, pues podría ser un indicador de tendencias suicidas.
¿Existe una relación de causa directa entre el “cutting” y el suicidio? A primera vista se antoja necesario realizar mayores y más profundos estudios para arribar a una conclusión de este tipo, pues de lo contrario pueden generarse situaciones de alarma innecesaria.
El “cutting”, como cualquier otra conducta que implica violencia autoinfligida, debe ser objeto de atención. Pero “alertar” sobre la posibilidad de una relación causal entre esta conducta y el suicidio podría no ser la mejor ruta para contribuir a la prevención del fenómeno.