Lápidas lapidarias
COMPARTIR
TEMAS
En Nueva Orléans hay un hermoso sitio que los turistas no visitan. Es el antiguo cementerio francés de la ciudad. Lugar encantador es ese, lleno de añosos árboles de cuyas ramas cuelgan largas guirnaldas de heno. Tan bello es el paraje que los duelistas del siglo antepasado lo escogían para morir en él. O para matar, que es una mejor alternativa.
Hay en ese panteón una lápida curiosa. Dice: "Aquí yace Fulano de Tal, muerto por la explosión de una lámpara de kerosene marca Kenton, cuyos fabricantes aseguran que sus lámparas jamás explotan. Sí explotan".
Dicen de un viudo inconsolable que hizo poner en la tumba de su difunta esposa esta expresión: "¡Pronto me reuniré contigo, amada mía!". Tardó 30 años en morir el individuo, y fue sepultado en la misma bóveda de su mujer. Bajo su nombre algún maloso escribió con plumón lo que parecía una reclamación de la señora: "¿Por qué tardaste tanto, desgraciado?".
Había un haragán que en toda su vida no completó un turno de 8 horas de trabajo. Cuando murió su lápida decía: "Aquí sigue descansando Zutano".
Sucedió en Saltillo un hecho peregrino. El adjetivo "peregrino" significa: "Extraño, especial, raro o pocas veces visto". Y en Saltillo suceden muchas cosas peregrinas,. Murió aquí una señora, y sus compañeros de trabajo decidieron por mayoría de votos enviarle una corona. El encargado de ordenarla recordó que algunas veces se vuelve de revés el listón donde se incribe el nombre de quien envía la ofrenda, y así los dolientes no ven el nombre del que gastó en comprarla. Para evitar tal cosa el cliente le dijo al dueño de la florería:
-Ponga usted en el listón: "Compañera: descansa en paz", por los dos lados.
Cuando llegó la corona los asistentes al velorio pudieron leer en el vistoso listón estas palabras: "Compañera: descansa en paz por los dos lados".
Hablando de lápidas, se me había olvidado poner dos que el licenciado Antonio Irazoqui Juambelz, de "El Siglo de Torreón", asegura haber visto en un cementerio de Durango. Dice la inscripción de la primera lápida: "Señorita Fulana de Tal. Fue casta y honesta, raro en mujer sin fortuna". Y reza la inscripción en la segunda: "Doña Mengana. Excelente madre. Esposa regular".