¡Larga vida, don Luis!
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A Víctor Ramos y Salvador Inda
“No se puede vivir sin héroes,
santos o mártires”.
Ernesto Sábato
Hoy leemos el periódico, escuchamos la radio, miramos la televisión, revisamos las redes sociales y vemos a una sociedad desbordada en su libertad para expresar sus ideas y sentimientos, que van desde la razón argumentada y crítica, hasta la visceralidad emocional y radicalizada.
Aún así, el sistema dinosáurico se niega a morir y continua dando coletazos: 120 periodistas han muerto en México durante los últimos 25 años.
Este dinosaurio, en su locura imagina a cada coletazo, que puede acallar la expresión de la inteligencia acorazonada de una democracia incipiente todavía.
Esos coletazos, sin embargo, sólo favorecen la resurrección de la palabra y de la voz enardecidas.
¿Quién recuerda a esos “mártires de la democracia mexicana” que hicieron posible expresar lo que somos, lo que pensamos y sentimos en toda su coloratura posible?
Esos héroes no son Denisse Dresser, Jorge Castañeda, Dennise Maerker, Carlos Loret, Pedro Ferriz o Brozo; mucho menos son aquellos rostros ocultos tras las redes sociales.
Su valentía ante el bufante dinosaurio está montada sobre los hombros de gigantes como Luis H. Álvarez, Heberto Castillo, Gilberto Rincón, Arnoldo Martínez, Valentín Campa y Demetrio Vallejo, entre otros.
Desde las catacumbas, estos luchadores sociales arriesgaron sus vidas para alumbrar nuestra vocación democrática, bajo un autoritarismo en el cual, desenvainar la palabra o esgrimir la voz era sinónimo de muerte personal o familiar.
Miles de indígenas, campesinos, obreros, estudiantes y médicos ofrendaron su vida para rubricar fidelidad a los ideales democráticos que encarnaban esos líderes sociales.
Esos hombres y mujeres sabían que sus líderes en los trances duros, al contrario de “los señoritos [que] invocan la Patria y la venden; ellos nunca la nombrarían, para comprarla con su sangre y salvarla”.
Don Luis H. Álvarez pertenece a esa estirpe. Don Luis, hombre-semilla de la democracia en México, nos exige con sus camaradas generacionales, nunca olvidarlos al expresar y defender el futuro al cual aspiramos; porque eso nos demerita y nos deshonra, como País y como personas.
Larga vida a don Luis y a esos héroes gigantes que nos dieron la posibilidad de aspirar y luchar por un mejor México. Y ser, en el esfuerzo, un poco como ellos.