Las virtudes maternales prevalecen en los tiempos de pandemia
COMPARTIR
TEMAS
No se queja de su cansancio después de trabajar como enfermera durante más de ocho horas en un hospital de Saltillo y en la crisis de la “pandemia”: “Tuve que alejarme de mi hija porque temo contagiarla por mi trabajo, ahorita está con sus abuelos y la extraño muchísimo, pero es mejor así, –y usted y yo descubrimos en esta frase tan sencilla la trascendente maternidad: ella primero y después mis sentimientos– “nos vemos cuando termino de trabajar por videollamada, y tratamos de hacer la tarea”.
Al leer y considerar este relato (VANGUARDIA, mayo 8) es muy fácil concluir: esta es la maternidad en tiempos de pandemia. Tal juicio es relevante por su empatía y consideración de una madre en un contexto aparentemente extraordinario. Sin embargo la trascendente valoración de la madre es más profundo. Su función, su compromiso a entregar su vida a lo largo de la vida de sus hijos, la consistencia de su amor preocupado, la permanencia de su amor por sus hijos (que a veces es ciego, posesivo y unilateral), su dedicación permanente que incluye gozos y dolores, no es “flor de un día”, no es una simple reacción emocional trivial y transitoria… es su existencia, lo que le da razón de ser y de vivir, y por ello cada madre es incomprensible.
El resto de los humanos sin hijos, incluyendo a los padres, tenemos otras metas, otra jerarquía de importancia: crear un patrimonio económico, tener éxito laboral, profesional o político, ser un personaje admirado en la sociedad, lograr un reconocimiento social, una imagen profesional, deportiva o académica, tener influencia política o ciudadana.
Para una madre lo primordial es ser madre. No sólo dar la vida, sino cultivarla, verla crecer, admirar sus frutos (casi como propios) y estar pendiente de que el fruto de su vientre llegue a su plenitud. Su maternidad no está guiada por la razón. En ocasiones las estructuras racionales y razonables son un obstáculo para su intuición que se funda en una “sabiduría inconsciente”, que los humanos no comprendemos, no se “nos hace lógica”, sobre todo una sociedad basada solamente en la razón y del dinero.
Para una madre las condiciones de la “pandemia del coranovirus” son una adición a las preocupaciones normales de cuidar, nutrir, limitar, orientar el crecimiento de la vida de sus hijos. Son agobiantes y abrumadoras, pero no extinguen su fuerza, su amor a toda prueba, su razón de ser personas para ser madres.
Cada embarazo genera no sólo un nuevo ser sino una nueva y radical manera de ser persona. Ser madre no es un accidente, es la razón que le da sentido a la existencia de una madre. Esa mujer será madre y obrará como madre, en tiempos de guerra y de paz, de pobreza y de abundancia, de hambre y de fiesta, de salud y de enfermedad… todo lo demás será escenografía, contexto, escenario del personaje de ser madre. La sabiduría de vivir y sobrevivir en cada situación la descubre en su interior, no la pide prestada. La fuerza, energía e inteligencia para que la pandemia no destruya su maternidad nace de su interior.
La pandemia que sufre la humanidad, ilumina la presencia de la madre: silenciosa pero vital, trascendente aunque desvanecida por las modas intrascendentes. Su heroico amor no es solamente de ahora, siempre ha existido en la sociedad. Gracias a ella, el ser vive y evoluciona. Su amor y su esperanza es la mejor vacuna que puede fortalecer a sus hijos y vencer a todas las epidemias.