Lecciones que nomás no aprendimos
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Como cada año en esta fecha -ayer, mayo 15- recordamos a los mentores más inspiradores del cine y la TV.
Son muchos en realidad, porque sobre la relación maestro-alumno se puede construir cualquier cantidad de historias en todos los matices del espectro dramatúrgico.
Claro, los maestros también pueden fungir como el perfecto antagonista en una historia, esto ocurre cuando éste utiliza todos los medios a su alcance y todo el poder de su posición como instructor para impedir la realización de las metas, sueños y aspiraciones del héroe.
Los peores docentes que nos ha dado la ficción son, según mi personal apreciación: Dolores Umbridge, una vieja bruja (literal), pasivo-agresiva, clasista y altanera, burócrata del Ministerio de Magia en la saga de Harry Potter. Creo que de las nueve películas es el único personaje que me habría gustado ver al final colgando de alguna parte especialmente dolorosa. Ni el pinche Voldemort me provocó tanto repelús.
Agatha Trunchbull o, como se conoce en Latinoamérica, la Maestra Tronchatoro de la peli “Matilda” (DeVito. 1996) es la pesadilla docente de una generación. Sintetiza todos los defectos con que un profe puede venir envasado de origen más todos los que acumule con sus años de enseñanza.
Terence Fletcher de la cinta “Whiplash” (Chazelle. 2014), no sólo le valió un Oscar a su intérprete, J.K. Simmons, también le ganó un lugar imperecedero como uno de los villanos más crueles en la historia del cine y de la música.
Pero la docencia infernal no estaría completa sin los peores especímenes que nos regaló en México el magisterio y que, para desgracia de todos, no pertenecen a ninguna ficción aunque parecen importados de algún delirio de H.P. Lovecraft.
Me refiero obviamente a la ex líder del sindicato más grande de América Latina, la maestra Elba Esther Gordillo y al también ex líder del sindicato más corrupto de todo el maldito planeta, el PRI, Humberto Moreira Valdés.
Ambos maestros, ambos políticos, ambos en su mejor momento, encumbrados por el clamor popular y ambos señalados por diversos delitos asociados al desvío de recursos y el enriquecimiento ilícito, enfrentaron también ambos una espectacular debacle. Tanto la “prosora” como el “prosor” fueron aprehendidos por la autoridad y conocieron lo que es calentar cemento detrás de las rejas y aquí sí hubo algunas diferencias que nomás, por el puro gusto, hemos de enlistar si ya estamos en eso:
Mientras que doña Elba fue apresada por la justicia mexicana, al Beto Cumbias se lo cargó la Ley en la Madre Patria. La Gordillo se pasó casi completo el sexenio de EPN a la sombra, mientras que a Moreira el Bailador lo sacaron en una semana. La fundadora del Panal afrontó las acusaciones argumentando que ya estaba muy viejita y malita, mientras que el creador del Partido Joden se ufanó de su paso por el fresco bote, presumiendo que en dos días ya tenía a todos los presidiarios bailando al son que les marcaba. Parece que se entiende muy bien con los delincuentes. No lo digo yo, lo dijo él mismo en una entrevista.
Recordamos que ambos figuraban en aquella tristemente célebre publicación de Forbes, de “Los 10 Mexicanos más corruptos”. La mayestra en primerísimo lugar y el profe, de panzazo, en el séptimo-¡Qué pasó, mi beto! ¡Pilas!-.
Finalmente, al día de hoy, ambos dos gozan de su libertad y de muy cabal salud, -¡bendito sea mi Padre Dios!- y ambos están en sus respectivos cuarteles de guerra viendo cómo habrán de regresar a la escena política y recuperar todo el arrastre, la celebridad y el prestigio que un día les acompañó (bueno, quizás el prestigio no, porque ese es precisamente de momento el mayor de sus problemas).
Total que si la doña ésta o el don aquel andan queriendo, una volver a encabezar el magisterio y el otro buscando la manera de postularse para un puesto de elección que le dé fuero y algunas otras prorrogativas, es porque su ambición no tiene límites. De acuerdo.
Pero si sus aspiraciones son más bien realistas y tienen ciertas posibilidades de materializarse, allí sí, es gracias a que no dejan de contar con el nutrido respaldo de una caterva de infrahumanos. No borregos, sino bueyes, que sólo saben andar para donde les ordene un amo.
Y no me refiero ya necesariamente a la gente menesterosa, a los más pobres e ignorantes, que de esos cualquier vivo puede llenar dos camiones para que le hagan bola y le echen porra. Hablo de individuos perfectamente capaces de discernir lo correcto de la suciedad, pero eligen la segunda porque quieren salpicarse un poco de la inmunda munificencia de estos capos.
El profe y la profa, los maestros más truculentos que haya parido la docencia mexicana están de regreso y ello no es culpa ni de Peña, ni del Peje. Quizás sean ellos responsables de que anden libres tan campantes, pero están con un pie en el poder gracias al apoyo de muchos mexicanos y mexicanas, muy bien adoctrinados, lo que habla maravillas de estos mentores del mal. O habla muy mal de nosotros, y es que nomás no aprendemos, literalmente, ni a chingadazos.
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