Libros de Feria
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Nunca se ha leído tanto como ahora.
Pero no en páginas sino en pantallas. No tanto textos difusos, profusos y confusos sino precisos, macizos y concisos. Se privilegia la brevedad. y se multiplican los expletivos y los descalificativos. Lo impreso y encuadernado, con páginas numeradas que pueden hojearse y ojearse, va quedando desplazado por la imagen.
Narración y descripción eran llaves gráficas que usaban el alfabeto para abrir las puertas de la imaginación. Pero el escritor se encuentra con la sorpresa de que sus lectores se han convertido en espectadores. Que su mente no está pronunciando internamente sus frases y párrafos. Solo su vista está captando formas y colores en movimiento, no en páginas sino en esa ventana que se asoma a una realidad artificializada.
La gente que va a una Feria del Libro va a comprar tiempo de su propia vida. Hubo alguien, asiduo a ese evento. que comentaba: “Les falta algo a todos esos libros: una bolsa de plástico con el tiempo necesario para leerlos”.
El libro tiene que conformarse con el tiempo de entretenimiento que sobra después del hartazgo de horas o minutos, ofrecido en pantallas de tamaño creciente.
No el mucho leer harta y satisface sino el gustar de lo leído internamente. Por eso la lectura no es tanto de muchos libros como de buena selección. Cada libro es una conversación y cada quien, si puede, escoge sus interlocutores. Cada libro es un platillo y un buen comensal escudriña el menú hasta que descubre lo que le apetece.
La lectura adictiva, compulsiva, precipitada y voraz suele tener efectos arrogantes de pedantería, por una erudición de barniz. Se exhibe como un intelectualismo frustrado.Si es débil el sentido crítico y el discernimiento se llega a intoxicaciones e indigestiones pseudoculturales.
Los libros de feria han de ser bien elegidos para evitar el drama del fumador. Piensa que está fumando el cigarrillo y es el cigarrillo el que se lo está fumando a él. Las mejores bibliotecas son las de no tantos libros. De libros que ya no se leen sino se releen, con sus notas al calce y marginales. Con sus estrellas, sus ángulos, sus líneas rayadas y con admiraciones e interrogaciones manuscritas.
Que en la feria del libro, cada libro, en su feria de lectores visitantes, encuentre su lector, como cada grano de trigo encuentra -en el sembradío- el surco en que dará su fruto...