Los 500 días
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Nos empieza a caer el veinte sobre la inminencia de cambio, algún cambio. Hay, en un extremo, quienes creen que pronto el bolívar venezolano será la moneda en México y, en el otro, quienes creen que cualquier cambio en los “usos y costumbres” del quehacer político no puede sino ser transformacional. Seguramente y dependiendo del tema la respuesta correcta se encontrará en algún punto medio. Con el próximo gobierno se percibe, todavía, un gran deseo por hacer las cosas bien. No dudo que quienes tomarán la rienda de los cientos de dependencias y grandes planes de acción sean, en su gran mayoría, personas bien intencionadas. Se escuchan rumores de planes, acciones, ajustes. Hay personajes, cerca del presidente electo, que nos generan dudas. La futura oposición todavía corre como gallina a la que le cortaron la cabeza, sin saber aún qué fue lo que pasó. Estas semanas generarán muchas notas en medios y redes sociales, pero no necesariamente cambios o ajustes palpables y con la velocidad que muchos pedimos.
Con tantos temas abiertos, será crucial la definición que el equipo de transición haga de las prioridades, los tiempos para mostrar resultados y los equipos y líderes que cada prioridad tendrá al mando. No podemos esperar –y no es deseable– que cada tema se centralice en la figura del futuro presidente. Eso sería un error del que el nuevo gobierno no podría levantarse; sería desperdiciar la oportunidad que se puso en sus manos. Supongo que el señor López Obrador reconocerá los límites de su capacidad para absorber y manejar temas personalmente y estará actuando en consecuencia mediante una delegación de tareas a su equipo cercano.
Sin embargo, saltan algunos temas más urgentes que prioritarios que pueden descarrilar todo un sexenio (si no, pregúntenle a Ernesto Zedillo) y que es necesario apuntalar: 1) La relación, pero sobretodo, la percepción de la relación con Trump. Por un lado, el nuevo gobierno perdería apoyo y legitimidad si se ve débil o agachado frente a Trump; al mismo tiempo, corre el riesgo de sabotear la relación si se muestra demasiado agresivo o bravucón.
Necesita una victoria o por lo menos un empate. 2) El TLC no es la solución a los problemas del país; es una herramienta más, pero sobretodo es un barómetro de confianza. El verdadero reto económico se encuentra en si un inversionista prefiere producir en Estados Unidos o en México y para eso es crucial ajustar impuestos y costos a niveles comparables a los del vecino del norte; dejar de subsidiar importaciones con un tipo de cambio artificialmente inflado con altas tasas reales de Banxico, las cuales únicamente (por mandato) buscan controlar inflación sin tomar nada más en cuenta. 3) La inseguridad y la violencia siguen presentes a lo largo y ancho del país. Al día de hoy, con o sin AMLO, México se mantiene a pocos pasos de ser un Estado fallido, pues el Estado no tiene el control de sus fronteras, carreteras, plazas y calles. Sigue habiendo ciudades a donde el Estado Mayor no llevaría al presidente actual.
Difícil saber cuánto ahorraremos si se reduce la corrupción; no es claro si las medidas sociales liberales que se empiezan a plantear (mariguana, aborto, educación, etc.) cambiarán más que la pura fachada; si AMLO, con su mayoría en el Congreso, podrá llevar a cabo cambios trascendentales en regulaciones. Todas estas medidas de política serán irrelevantes si los tres puntos anteriores no se cuidan con lupa y voluntad férrea desde hoy y hasta un año después de la toma de posesión. Los siguientes 500 días determinarán, como nunca antes, el rumbo al que el país aspira en décadas por venir. No importará si se vende el avión presidencial, si EPN es juzgado, si Fox se queda sin pensión, si Nestora es gringa.
@josedenigris
josedenigris@yahoo.com