‘Los Empeños de una Casa’: Enredos y sentimientos atemporales
La comedia de Sor Juana Inés de la Cruz fue presentada en el Teatro de la Ciudad por la compañía teatral Luz del Norte. Bajo la batuta de Mabel Garza, la obra tuvo una ambientación contemporánea que conquistó al público
En plena era de memes, de notas virales y contenidos fugaces, traer una obra de teatro clásica, con cientos de años de antigüedad, salpicada de un humor ágil y crítica social pero con un lenguaje arcaico y elevado es una tarea titánica.
Las audiencias actuales están acostumbradas a consumir contenidos de otra manera, pero aún así, para celebrar el 40 aniversario del Teatro de la Ciudad Fernando Soler, la directora Mabel Garza al frente de un elenco de actores veteranos y emergentes, decidió montar la obra con la cual este recinto abrió sus puertas.
“Los Empeños de una Casa” de Sor Juana Inés de la Cruz —escrita y estrenada originalmente en 1683 para otra celebración, el nacimiento del hijo del virrey— fue presentada la noche del pasado jueves 21 de marzo en dicho recinto, con altas expectativas y una sala completamente llena.
El montaje, desde sus inicios, tuvo por objetivo traer al público de nuestra época este texto de la Décima Musa sin alteración alguna, pero con una ambientación contemporánea, tanto el aspecto visual como el interpretativo, para con ello demostrar la vigencia, atemporalidad e inmortalidad de los clásicos y sus aproximaciones a los temas que nos atañen como seres humanos.
El reto contó con la ayuda de grandes artistas mexicanos como el escenógrafo Jorge Ballina, los coreógrafos Jaime Hinojosa y Sara Ovalle y la diseñadora de vestuario Estela Fagoaga, quienes asesoraron al equipo de la compañía teatral Luz del Norte y a quienes entrevistamos en su momento como parte del seguimiento que dimos a la producción.
Al subir el telón música electrónica acompaña la presentación de los personajes, que desfilan bajo luces azules y oscuras por el escenario y entre la escenografía, antes de iluminar con normalidad el área y darle la palabra a doña Ana, interpretada por Melissa Soto.
Acompañada por su criada Celia (Martha Matamoros) la joven nos introduce en anécdotas a su hermano, don Pedro (Óscar Moreno), a don Carlos (Luis Saldaña), galán que pretende, don Juan (Jesús Cervantes) otro hombre por cuyo corazón palpita y amigo del primero, y doña Leonor (Andrea Galindo), mujer intelectual, fuerte —y muy probablemente inspirada en la propia Sor Juana— e hija de don Rodrigo (Bernardo Vega).
Esta última pronto llega y le confiesa su amor por don Carlos —ignorante en ese momento de que el sentimiento es correspondido—. De este triángulo amoroso —que más adelante incluirá a dos más— todos buscarán sacar el mejor provecho, monetario o sentimental, lo que desatará los enredos que marcarán toda la obra.
“Los Empeños de una Casa” demostró a nivel visual la calidad de quienes los asesoraron en la producción. La escenografía, inspirada en la arquitectura del mexicano Luis Barragán, es a la vez campo de juegos y jugador mismo en la trama, con sus vibrantes colores como anuncio de lo que allí sucede. El diseño del vestuario señala quién es quién ante una historia que fácilmente puede confundir a los espectadores y los actores nunca desperdician ni un centímetro del escenario.
Sin embargo, con la dificultad que supone entender muchos de los vocablos y expresiones utilizados por Sor Juana en su libreto, barroco en su máxima expresión, la colocación de los micrófonos ambientales, que no siempre lograron captar las voces de los intérpretes y la velocidad y volumen a la que algunos de ellos dijeron sus líneas no facilitó la tarea para los presentes.
Las risas del público dieron cuenta que que comprendieron la trama general, pero es probable que no haya sucedido lo mismo con los detalles, los guiños y comentarios más sutiles que la autora dejó en su obra.
A pesar de ello, un teatro lleno disfrutó de la puesta de “Los Empeños de una casa”, en particular de la dinámica y los personajes de Matamoros y Juan Antonio Villarreal, quien interpretó a Castaño, criado de Don Carlos, los cuales, en la opinión de muchos, se llevaron la noche.