Los fifís también lloran, no solo los pobres
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Bueno, debo aclarar que es por tanta fila y lentitud de sus compras pandémicas de Navidad en el mero día 24.
Les platico: la irresponsabilidad no hace distingos entre neoliberales y reformistas; monárquicos y anarquistas; conservadores y revolucionarios; realistas y republicanos; ricos y pobres.
A la hora de arriesgarse al tumulto, las aglomeraciones, al gentío y por ende al contagio del bicho, ricos, pobres y medianos nos parecemos todos con tal de no quedarnos sin el regalo que de última hora nos hace falta para dárselo a alguien en ésta Nochebuena.
Y así como en mi anterior artículo di cuenta del desmadre que hay hoy y hubo ayer y antier en mercados, puestos y calles tomadas por fayuqueros y demás, ahora me toca mostrarles imágenes de los centros comerciales a los que van los llamados por AMLO, fifís.
Cierto, fue difícil ver en las calles las marcas de metro y medio de separación que las reglas sanitarias establecen para movernos en medio de la pandemia.
En los malls y en las tiendas de marca, sí están las mentadas señales en el piso, pero eso provoca filas de decenas de personas frente a las cajas e incluso para entrar a los establecimientos comerciales.
Al menor descuido del personal de las tiendas se da el desmadroso "rompan filas" y los gandallas que se le quieren meter a la brava a los "ordenaditos" que siguen sin chistar su turno, perdidos mientras tanto en las pantallas de sus celulares.
Si en los mercados de la calle no hay manera de obligar a que los desaforados compradores usen sus cubre bocas, en las tiendas y los centros comerciales sí, y no solo eso, sino que nadie puede entrar ni al mall ni a las tiendas sin que le pongan en la frente o en el cuello los termómetros para medir si andan con fiebre.
Lo que esos artilugios no miden es la fiebre de las compras, porque si lo hicieran, nadie sería admitido, pues la calentura por gastarse el dinero que les faltará en enerhambre, es patéticamente palpable a simple vista.
Miradas perdidas de los compradores de última hora, enfocadas en los aparadores. Manos que se mueven frenéticamente hurgando entre estantes, colgaderas y pilas de ropa, haciendo a un lado al que ose atravesárseles en el camino.
Hoy que la cordura debería hacernos permanecer en casa a buen recaudo, sucede todo lo contrario.
Las calles repletas de automovilistas que le tiran encima unos a los otros.
Peatones brincando por encima de otros de su especie tratando de alcanzar las "ofertas" que el Niño Dios les pone en el camino.
Y en los centros comerciales de las marcas fifís para los compradores fifís, la misma cosa, pero más refinada, pues en vez del pisoteo de unos a los otros, la mentada de madre también de los unos a los otros que no respetan las filas ni los carriles de circulación vehicular en las calles.
"No nos matamos entre nosotros nomás porque Dios es muy grande", diría mi abuela la Ama de Llaves del Convento del Verbo Resucitado y presidenta honoraria de la "Cofradía de los Conductores del Rosarito", de cuyos miembros me ocuparé en un siguiente artículo.
Por lo pronto, ese es mi reporte de las compras pandémicas navideñas de este año 2020, que no vemos la hora en que se vaya al rancho de YSQ.
CAJÓN DE SASTRE
"Ahora sí, felices navidades y que la cordura y la salud bañen sus vidas con estropajo y con jabón. Salú...", dice la irreverente de mi Gaby.