Los fraudes de la T4 (reloaded)
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Si un gobierno del PRI o del PAN hubiera designado al frente de la CNDH a un militante -y dirigente- de esos partidos, López Obrador y sus seguidores habrían puesto el grito en el cielo y demandado, por todos los medios a su alcance, revertir tal decisión. Hoy, que ellos han hecho exactamente eso, al imponer a Rosario Piedra Ibarra como ombudsperson, la idea les parece perfectamente normal y hasta de elemental justicia
La transformación de cuarta (T4) se ha ufanado, entre otras cosas, de gozar del “acompañamiento” de la ONU en diversos procesos y lo ha hecho, sin duda alguna, con el afán propagandístico de “probar” cómo el gobierno de Andrés Manuel López Obrador “goza del aval” del organismo multilateral.
A despecho del iluminado de Macuspana, en la semana la ONU fue muy clara al descalificar el cochinero mediante el cual se impuso a Rosario Piedra Ibarra al frente de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH).
El primer párrafo del comunicado de prensa emitido por la oficina del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos en México no deja lugar a dudas:
“Para el ejercicio cabal de su mandato, la CNDH necesita estar dotada de plena independencia y legitimidad. Esto supone, entre otros requisitos, que el proceso de designación de su titular sea particularmente escrupuloso, objetivo, transparente y certero, de forma tal que se evite cualquier tipo de cuestionamiento que afecte la legitimidad de la persona a quien se designa, de la institución cuya cabeza se nombra y de quien hace la elección respectiva”.
El lenguaje de la ONU será, por supuesto, siempre cuidadoso con el uso de los adjetivos o con la emisión de juicios de valor, pero eso no resta contundencia a la observación.
Porque ahí donde se plantea la necesidad de designar a quien dirija la CNDH mediante un procedimiento “particularmente escrupuloso, objetivo, transparente y certero”, debe leerse: “el proceso para designar a Rosario Piedra no fue escrupuloso, objetivo, transparente ni certero”.
Nadie debe esperar –y tampoco sería deseable– algún señalamiento adicional por parte de la ONU, ni la afiliación del organismo a ninguna campaña orientada a lograr la destitución de Piedra Ibarra o el desconocimiento de su posición como titular de la CNDH.
Y esto es así, porque cuando un organismo como la ONU fija posición respecto de un tema como el referido, del gobierno del país aludido se espera una reacción basada en la decencia, el apego a los principios democráticos y en una dosis mínima de vergüenza.
Es mucho pedir, ya lo sabemos, demandar decencia y aunque sea un gramo de congruencia por parte de un Presidente, un partido y una gavilla para quienes, hasta hace muy poco, habría constituido un hecho inadmisible ver convertirse en ombudsperson a una persona abiertamente militante del partido en el poder.
Haga usted un esfuerzo e imagine cómo habrían reaccionado López Obrador y sus hordas si, en un gobierno emanado del PRI o del PAN, se hubiera nombrado a un militante priista o panista como titular de la CNDH.
“Somos diferentes”, dice el mesías tropical a la menor provocación –o sin ella– y sin duda es cierto: antes, los priistas y panistas por lo menos disimulaban e imponían al frente de las instituciones a sus adláteres, pero sólo si estos cumplían escrupulosamente los requisitos establecidos en la ley.
Ahora se sigue imponiendo, pero se hace sin rubor alguno, pues no se tiene empacho en elegir a militantes reconocidos, quienes apenas ayer solicitaban el voto de los ciudadanos para convertirse en representantes populares.
Ayer eso era un escándalo, un signo ominoso de la desvergüenza gubernamental, la prueba irrefutable de cómo nuestra democracia era una vacilada. Hoy, exactamente la misma conducta es justificada y celebrada con el aberrante argumento de “nosotros somos distintos”.
En otras palabras, el problema no fue nunca la conducta, sino la persona responsable de la conducta. Si mi adversario político incurre en prácticas ilegales, le condeno, le señalo sin tregua, le combato con todos los medios a mi alcance –incluidos los ilegales–, pero si la misma conducta la ejecuto yo, entonces la justifico porque yo lo hago “en beneficio de la patria”.
En otras palabras, ¿no era exactamente esa la argumentación de los priistas durante la larga época en la cual detentaron el poder en México? ¿No eran exactamente esas las palabras usadas por la “mafia del poder” para justificar sus múltiples atropellos a la legalidad y su indecente conducta?
En otras palabras: ¿entonces dónde chingaos está la diferencia?
ARISTAS
La semana anterior cité en este espacio diversas fuentes según las cuales el depuesto dictador altiplánico Evo Morales sería, en realidad, la cabeza de un emporio del narcotráfico prohijado desde el poder durante su larga estancia en la Presidencia de Bolivia.
Anteayer jueves, el expresidente boliviano Jorge Fernando “Tuto” Quiroga, se dirigió al presidente López Obrador, a través de un video difundido en redes sociales, en los siguientes términos:
“Usted liberó al hijo de “El Chapo”, el distribuidor más grande de cocaína. Hoy usted asila al jefe eterno de los cocaleros del Chapare, cuya producción (de hoja de coca) se destina casi íntegramente a esa cocaína que tanto daña a nuestros dos países”.
Algo sabrá… volveremos al tema.
¡Feliz fin de semana!
@sibaja3
carredondo@vanguardia.com.mx