Los incentivos
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Voltea a tu alrededor y date cuenta que en todo momento de las vidas de las personas y las organizaciones existen incentivos (o ausencia de los mismos) que moldean su comportamiento. Desde la hora en que alguien salta de la cama hasta que se va a dormir hay un incentivo, a veces simple y a veces no tanto. Estos incentivos pueden ser naturales, es decir, existen por sí solos o son creados por alguien más. Dormirse temprano para amanecer descansado es un ejemplo sencillo de un incentivo “natural”. Llevar una vida recta y apegada a una creencia religiosa específica con la intención de lograr la vida eterna o la reencarnación es un incentivo creado por una iglesia o religión. Entre uno y otro ejemplo, podemos ver muchos casos cotidianos que determinan quiénes somos como sociedad y como país. Estoy convencido que México está como está (para bien y para mal) por el conjunto de incentivos (y la falta de estos: trabas) que “compramos” cada día.
No hay incentivos para cumplir las reglas básicas de tránsito. Todos sabemos que es prácticamente imposible que alguien sea multado por invadir con su auto el cruce peatonal, cruzar a media cuadra, tirar basura en la calle o por contaminar ostensiblemente (todos tipificados como faltas a la ley). Es decir, no existe un incentivo (castigo en este caso) para cumplir la ley. Para un mal gobernante o uno corrupto, no existen muchos incentivos para hacer las cosas bien o para no malversar fondos si no hay castigo por hacer las cosas mal.
Para alguien que paga impuestos, y especialmente para los individuos y empresas pequeñas, existen un sinnúmero de trabas y trámites que no solamente aumentan los costos para el contribuyente, sino que lo ahuyentan. Un reglamento complejo, trámites engorrosos y eternos y el aparente y constante mal manejo de los recursos públicos actúan como incentivos negativos para el cumplimiento de la ley fiscal.
Lo mismo aplica para las grandes empresas, nacionales o extranjeras. Como el agua, encontrarán el camino de menor resistencia. Nadie quiere nadar a contracorriente. Una empresa se establecerá donde se le ofrezca no solamente mano de obra barata (como ha venido siendo el caso por varias décadas), sino certeza jurídica y condiciones adecuadas para establecerse, contratar, producir, vender y generar utilidades. Infraestructura, seguridad, simplificación en trámites, impuestos e insumos competitivos, un mercado en crecimiento, clientes que tengan poder adquisitivo, son todos incentivos que un país puede poner en la mesa para atraer a un inversionista.
Tristemente vemos que estamos a punto de cambiar de Gobierno y poco a poco se empiezan a alinear las formas y los modos; todo se normaliza y es poco claro si el nuevo Gobierno entenderá que sus políticas deben enfocarse a generar incentivos distintos para que el país crezca. A final de cuentas el objetivo debería ser poner en marcha incentivos que detonen crecimiento, ya que el crecimiento generaría otros incentivos y eso arranca un círculo virtuoso que acabe con el estancamiento económico y social.
Por favor voltea a tu alrededor y encuentra los incentivos y las trabas. Levantemos la voz sobre los incentivos que vemos y los que nos faltan. Muchas cosas que parecen complejas se explicarán fácilmente si las vemos desde el punto de vista de los incentivos detrás de ellas.
@josedenigris
josedenigris@yahoo.com