Los motivos de la soledad (2)
COMPARTIR
TEMAS
Tiempo. Hacer tiempo. Dejar pasar el tiempo. ¿Cuánto tiempo antes de la pandemia pasaba usted consigo mismo, señor lector? ¿Mucho, poco? O de plano, ni sabía de ello, ni lo hacía en el mundo, como dicen los adolescentes. ¿Antes de la pandemia y de la modificación brutal de nuestra vida, usted se sentía solo, no obstante estar acompañado y el tener esposa, perro e hijos? ¿Ahora se siente solo y en soledad? ¿Cuáles son los motivos de su soledad? ¿Cuánto le ha pegado esta maldita pandemia en su cabeza, la cual nos ha obligado a estar recluidos y amargados en casa?
Para muchos humanos, cientos, miles, el “castillo de naipes” el cual era su vida, se ha desmoronado. Fue de improviso. Un imprevisto sí, y nos tiene a todos de rodillas. Con angustia, soledad, insomnio, ataques de ansiedad, drama, miedo, temor, derrota, incertidumbre… ¿Siente su corazón seco, sin futuro ni anhelo nuevo? Así andamos todos, no se preocupe. Pero si usted se siente de la chingada, recuerde aquella recomendación de Mateo el evangelista: entre en su cuarto, en su habitación, entre dentro de usted, cierre la puerta y ore. Dios le va a recompensar en público su oración en privado (Mateo 6:5-6). Pero ¿lo notó? Es menester estar solos en nuestros aposentos, anidar en nuestra habitación, habitar el cuarto vacío y decorarlo con aquello lo cual nos fortalece: la presencia de Dios, la lectura, la oración, la reflexión, la soledad, el silencio, la música; incluso, el sexo.
¿Está usted solo, se siente solo por obligación? ¿O es su vocación? La soledad es mejor acompañada, pero cuando no se puede, pues trate de disfrutar su soledad y el silencio. Y la soledad dentro de cuatro paredes, universos minúsculos y asfixiantes, son el tema de la narrativa, extraordinarios textos del alemán Patrick Süskind (nace en 1949, ¿pero aún vive?). Le recuerdo la ficha de sus tres obras señeras: “La paloma”, “El contrabajo” y “El perfume”. En estas narraciones, la novela cobra un sentido más allá de la entretenida ficción, con estas novelas se expresa el alma humana. El tiempo se hace eterno, sin metáfora de por medio y las pasiones nocturnas (no hay día ni noche en nuestras habitaciones herméticamente cerradas ya, por esta pandemia) le ganan a luz diurna. Y cuando eso sucede, afloran los monstruos del pensamiento.
Tiempo. Relativo, sin duda alguna. Antes de estar usted en soledad y en el silencio de su claustro, ¿usted no tenía tiempo, tenía harto tiempo? ¿Cuál era su definición de tiempo para usted? Hoy se quiere hacer creer lo siguiente: lo bueno es lo inmediato, la rapidez de todo, incluyendo la comunicación en “tiempo real” en las redes sociales donde todo lo pudre Internet. Mis padres, mis abuelos, espetaban sabios, cuando salíamos a hacer un trámite a alguna oficina burocrática de la ciudad o el pagar un servicio, “Mira hijo, vamos a esa cafetería a hacer un poco de tiempo. Para dejar acomodarse a los empleados…”
ESQUINA-BAJAN
Palabras sabias. “Hacer tiempo”. Hoy, los magos y farsantes del coaching y la superación personal donde todo se tasa en pesos y en horas de rendimiento empresarial, hablan de una engañifa: no hay tiempo. Dicen: “aproveche mejor su tiempo. La sociedad no tiene tiempo y no podemos darnos el lujo de desperdiciar el tiempo”. Sin duda, mentira podrida. ¿Lo recuerda? Fue el año pasado. Luego de meses, llovió aquí en el pueblo. No fue un chorrito ni unas gotitas, sino una riada de lluvia. El vendaval todo se llevó a su paso. No tuvo freno ni brida. ¿Se sentó usted a escuchar la lluvia en su tejado? ¿Eso es perder el tiempo? ¿Sentarse a pensar, a reflexionar a discurrir en nuestro futuro inmediato, es perder el tiempo?
El ejecutante de contrabajo en la novela/teatro de Patrick Süskind, tipo del cual jamás sabemos su nombre, espeta: “Pensar es una cosa demasiado seria para que cualquier aficionado tontee con ella”. Y para pensar estimado lector, se necesita perder el tiempo, estar en soledad y en silencio, habitar nuestra choza, olvidarse de la maldita claustrofobia, sostener el aliento en un puño. Si acaso usted fuma, ver las volutas de humo y luego escuchar cómo se diluyen los cubos de hielo en el vaso cuando el whisky los pulveriza y los hace suyos, incorporándolos a una marea de olor y sabor necesario en nuestro gaznate y paladar. Whisky necesario para nuestra alma
¿Escuchar el canto del pájaro mañanero, encimado en la rama del árbol de la calle, el cual trina acaso desconsolado por la deforestación infame y brutal, es perder el tiempo? ¿Aquella evocación memorable de Marcel Proust en “En busca del tiempo perdido” donde la vida fluye como sangre viva al tener el sabor de una magdalena en la boca, es perder el tiempo? ¿Dónde quedó el tiempo y la imaginación hoy? Fundidos, extraviados en la red de Internet lo cual todo lo ha vuelto rancio al marcar pautas y agenda.
¿Cuánto tiempo cree usted más aguantar enclaustrado en su residencia? Estar encerrado entre cuatro paredes, como vive el ejecutante del contrabajo en el texto de Patrick Süskind. Como vive Jonathan Noel en el texto de “La paloma”, en un minúsculo departamento en un gris y frío edificio de París. Habitáculos donde una silla, un camastro, un contrabajo, un lavabo, dejan de ser un mero objeto, para convertirse en símbolos y signos de la existencia cotidiana del ser humano. ¿Extraña el ruido de la calle, el ruido ensordecedor de la oficina, extraña usted a su secretaria la cual, por lo quedo, pone a todo volumen al impresentable Maluma y J. Balvin? Pues ponga entonces usted a Richard Wagner, quien se quejaba en su momento de no haber encontrado en París una sola casa o habitación silenciosa.
LETRAS MINÚSCULAS
“Levantándose muy de mañana, siendo aún muy oscuro, salió y se fue a un lugar desierto y allí oraba”. (Marcos 1:35). Disfrute usted, como Jesucristo, su soledad y el silencio señor lector.