‘...Los sublimes prodigios de la ciencia...’

En septiembre de 1879 los saltillenses tuvieron ocasión de admirar por vez primera la prodigiosa invención de Thomas A. Edison. En un salón de la Escuela Municipal de Niños Número Uno tuvo lugar la exhibición de aquello que entonces era portento inverosímil. Un selecto grupo de invitados se reunió en tan señalada ocasión, y todos salieron de la demostración haciéndose lenguas de lo maravilloso del invento.

Se publicaba entonces en Saltillo el periódico “La Penumbra” órgano oficial de la Sociedad “Juárez”. Extraño nombre es ése (no el de Juárez, sino el de “La Penumbra”). Quizá tuvo su origen en el de otro periódico que antes que ése salió a la luz y que llevaba el no menos singular apelativo de “La Sombra de Fuente”, aludiendo al patricio don Juan Antonio de la Fuente. Ahora está la sombra de Juan Gabriel, pero no es periódico.

Tiene también el nombre de la publicación algo del sabor romántico que caracterizaba a aquellos tiempos. Era su administrador don Julio Martínez y su redactor en jefe don José María Cárdenas. Leamos lo que éste escribió acerca de la primera demostración del fonógrafo en nuestra ciudad:

“La concurrencia, después de haber pasado un rato de verdadero solaz, estaba profundamente emocionada, admirando tan grandioso descubrimiento; porque nada hay más satisfactorio ni que llame tanto la atención de una sociedad culta e ilustrada, como el presenciar las obras del arte y los sublimes prodigios de la ciencia...

“El fonógrafo es un aparato mecánico que sirve para reproducir con toda naturalidad tanto la voz humana como los sonidos inarticulados de los animales y de los objetos, pudiéndose reproducir cuando y cuantas veces se quiera, ya un discurso, ya una conversación, ya un canto, ya una lección oral...

“Por eso se comprenderá que el fonógrafo no es un instrumento que sirva simplemente para bromear y reír, sino que trae a la humanidad inmesas ventajas, pudiéndose utilizar de mil modos provechosos en el desarrollo de la civilización”.

Don José María propone algunas maneras de usar tan útil ingenio: En la lámina de cinabrio que usa el fonógrafo se graban las voces para hacerlas vibrar las veces que se quiera, pudiéndolas legar a las venideras generaciones. Así es que el fonógrafo puede emplearse como orador, como instructor, como cantor, como declamador... “En las escuelas puede emplearse para dar lecciones orales sustituyendo la voz del preceptor o catedrático, en las cámaras parlamentarias podrá sustituir a los taquígrafos, en el sagrario de la familia el padre puede legar a sus hijos sus últimos consejos...”.

Concluye don José María Cárdenas:

 “El aparato fonográfico que se puso en exhibición ciertamente no es de los más perfeccionados; pero no por eso deja de hacernos comprender los grandiosos resultados que nos trae tan sublime invento; por el cual debemos tributar mil loores al celebérrimo y científico M. Tomás Edison’s” Y escribe así don José María el nombre del inventor: Edison’s.

Dichosos tiempos aquéllos sin coronavirus, Trump y otros males que afligen hoy a la humanidad doliente.