Malinchismo y chovinismo
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Eso viene del nombre de Nicolás Chauvin (1780), personaje francés de las guerras napoleónicas. Fue herido 17 veces y quedó mutilado y deforme. Era poco modesto y algo exhibicionista. El ser patriotero, más que patriota, lo convirtió en símbolo de cualquier exaltación exagerada de la propia nación.
Tiene ingredientes de xenofobia (rechazo de lo extranjero) y de racismo. Es un complejo de inferioridad frente a lo ajeno. Lleva a un sentimiento subrayado de grandeza de lo propio (“Dime de o qué presumes y te diré lo qué te falta”).
El malinchismo, como sabemos, es un término peyorativo de la cultura popular mexicana que se utiliza para caracterizar una conducta frente a lo extranjero. El término tiene su origen en aquella Malinche, una mujer que acompañó a Hernán Cortés durante la invasión, por los españoles, de lo que hoy es México, entre 1519 y 1521, y a quién ayudó como guía e intérprete.
Gracias, en parte, a la ayuda de esta mujer, los conquistadores fueron capaces de establecer alianzas y pactos para obtener la ayuda de otros pueblos en contra de los mexicas. La preferencia de Cortés por ella dio origen a señalar como malinchistas, quizá por las mismas españolas, a quienes tienen adicción por lo extranjero.
Los mexicanos señalamos, en reciprocidad, la actitud equivocada en La Malinche llamándole malinchismo a su apoyo al extranjero invasor.
Ambas tendencias salpican las actitudes y costumbres de nuestra sociedad. La idolatría de lo extranjero se da por el colonialismo cultural. En nuestra ciudad invadida por la música anglosajona y por la tendencia a dar nombres en inglés a tiendas y establecimientos de servicios. El chubasco de inversiones extranjeras irá agudizando este privilegiar lo de fuera en forma exagerada.
El chovinismo o nacionalismo reconcentrado con desprecio de lo extranjero se nota en actitudes excluyentes. Se manifiesta en provincialismo o regionalismo que habla mal y evita a quienes no son paisanos. Se extiende a todo lo que no es nacional y produce un encapsulamiento o hermetismo enfermizo.
Como decían los griegos. “Los extremos son viciosos. En el centro está la virtud”. Lo sano es una estima grande de lo propio que no impida apreciar —con mente y actitud abiertas— las bondades de otras culturas y nacionalidades.
Lo constitutivo y lo manifestativo del propio ser son una peculiaridad valiosa. No debe sobrevalorarse hasta el grado de cegarse o sentirse inferior frente a lo diferente o lo ajeno viéndolo solo como algo dañino y peligroso, sin ver lo que puede asimilarse e integrarse sin deformar ni dañar.
No dejarse colonizar pero tampoco hacer, de la fidelidad a lo propio, un cautiverio...