Médicos: ¿héroes o villanos en plena pandemia del COVID-19?
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¿Cómo le ha ido con la fiebre y feria de la pandemia al día de hoy? El viejo dicho popular mexicano se cumple cabalmente: todo mundo habla desde su lado muy particular, depende cómo le ha ido en la feria. A unos bien, a otros regular y a otros y de plano muchas ocasiones, les va pésimo. Unos se divierten, otros languidecen y otros padecen la feria. ¿A usted cómo le ha ido con la crisis de la pandemia y el aislamiento y si acaso usted tuvo que ir al doctor o al hospital, cómo le fue? Bajo su muy particular óptica de vida e historia, ¿cómo considera a su médico: son unos charlatanes o unos sabios? ¿Son héroes o villanos?
Desde que tengo uso de razón y desde mi prospectiva de paciente de toda la vida (hasta la juventud) del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS, institución creada por el priismo), no tenga queja alguna de ellos. Sus doctores, enfermeras y administrativos siempre me trataron bien. De hecho allí me operé dos veces de mis ojos. Me fue de maravilla. Siempre fui atendido con elegancia y fineza. Pero ya luego de adulto, casi desde chavo, empecé mejor a ir con doctor particular. Es el médico y chamán, Carlos Ramos del Bosque. Y ahora de viejo (es decir, desde siempre, pues), también voy con el galeno Rafael Torres Rangel. Ambos médicos me han salvado de la muerte en no pocas ocasiones. Soy tremendista, lo sé, pero como mi enjuto cuerpo funciona de maravilla, cuando ocurre alguna avería o creo que no funciona algo, corro con ellos y les digo de mi inminente muerte si acaso con su sabiduría, no me rescatan de las manos de la parca.
Los magos y chamanes Rafael Torres Rangel y Carlos Ramos del Bosque (los recomiendo a ojos cerrados, señor lector. Corra con ellos en cualquier aspecto de salud de su vida. Ellos le aliviarán en un chico rato. Se lo aseguro), divertidos, me escuchan, me auscultan con sus aparatos y gadgets de ciencia ficción y sí, me rescatan siempre de la infeliz muerte que sin duda, a todos nos va a enamorar con su pálida sombra. La muerte va a llegar, a todos. Incluyéndome, claro.
Creo en los médicos. Pero, no siempre los galenos tienen o han tenido buena fama. En el IMSS, cuando uno iba o va al IMSS, las bromas de los amigos y vecinos no se hacen esperar: vas por una gripe y te internan y te sacan un riñón. Si vas al IMSS a que te operen una pata chueca, diles cual es una y otra vez, porque pueden arrancarte la pata buena. En fin, las bromas son interminables. Pero, algo tienen de ciertas. La mala fama de médicos y cuidados y prevención dictadas por ellos, imágenes negativas, no son recientes y sí forman parte de la historia de la humanidad. De un mar de autores que hablan pestes al respecto, hay dos inconmensurables: Miguel de Cervantes y Jean-Baptiste Poquelin. ¿No le suena? Sí, el gran Molière.
ESQUINA-BAJAN
El gran, gran Molière (1622-1673), del cual estoy leyendo todo su teatro, en su famosa comedia de “El médico a palos” (imagine usted el contenido y cómo le va a este galeno en la obra), el “médico” Sgnarelle, espeta lo siguiente: “Encuentro que es el mejor oficio de todos, en el fondo, pues lo haga uno mal o lo haga uno bien, pagan lo mismo”. El doctor chocarrero, que a la vez no lo es, es un impostor, líneas después sigue con su soliloquio: “El error no es nunca del médico: siempre tiene la culpa el que fallece. En fin, lo bueno de esta profesión es que hay, entre los muertos, una honradez, y una discreción únicas en el mundo; al extremo que nunca se les oye quejarse del médico que los ha matado (Acto Tercero)”.
Abro breve paréntesis: este Molière es una aplanadora de pensamiento. Bravo, hocicón, genio, cínico, lenguaraz. Su vida misma, ejemplar. En nuestra cita sabatina de “Café Montaigne” le contaré de él y su teatro. E insisto, se me dificulta mucho leer teatro, pero leer al francés es un placer del intelecto. No comedia, sino crítica ejemplar y mordaz. Entramos de lleno ¿son los médicos al día de hoy, héroes o villanos ante los retos de la pandemia? Planto mi estandarte de batalla: para mí son héroes. Pero, los continuos yerros, historias y acontecimientos en México, nos hablan de una creciente y gran desconfianza hacia los médicos y enfermeras al manejar algo tan delicado y pernicioso, como un enfermo el cual para desgracia nuestra, está infectado con el bacilo chino. Manejo no adecuado que ha terminado en tragedia al día de hoy. Varias tragedias y mucha calamidad.
Usted lo supo: en Monterrey, bueno, en Guadalupe, en el asilo de ancianos “Casa de Retiro Luis Elizondo”, el contagio masivo de viejos y personas que allí laboraba, fue brutal (más de 70 al día de hoy). Una tragedia de la cual ya le platiqué mi tesis en texto pasado. ¿Se pudo haber evitado, como se pudo haber evitado el contagio masivo de Monclova (IMSS), como se pudo haber evitado el contagio masivo en Tuxtla Gutiérrez (ISSTE), como se pudo haber evitado el contagio masivo en Gómez Palacio (IMSS), como se pudo haber evitado…? Caray, sí. El brote en el asilo surgió cuando una cocinera empezó con todos los síntomas de tener el virus. Fue a consultar y se le dio medicina (mal diagnóstico, pues) para tratar una infección de vías urinarias. En la empleada ya habitaba a sus anchas el bacilo. Mal, pésimo diagnóstico del médico el cual la trató en su momento. Tal vez por esto y no otra cosa, el célebre Sancho Panza y en su ínsula Barataria, ante el acoso y lata de su médico Pedro Recio, al prohibirle casi todos los alimentos, le espeta: “más quiero hartarme de gazpachos que estar sujeto a la miseria de un médico impertinente que me mate de hambre…”
LETRAS MINÚSCULAS
En Tuxtla Gutiérrez, 83 médicos, enfermeras y personal administrativo fueron puestos en cuarentena por contagio de una niña que tenía COVID-19. Otro mal diagnóstico y nada, nada de protocolos de prevención. Regresaré al tema.